Tarrassó Casimiro M.

Casimiro Martínez Tarrassó (1900-1979), pintor conocido como Tarrassó, se formó en la escuela La Llotja de Barcelona. Completó sus estudios en París, donde descubrió de cerca las obras fauvistas que revolucionaban el panorama artístico parisino. Esta influencia fauvista permanecería palpable en su obra a lo largo de toda su vida, en características como el fuerte contraste cromático, la perspectiva elevada y algo exagerada, el absoluto desinterés por la figura humana, que sólo aparece esbozada como complemento del paisaje, y la Representación de los árboles electrizados, sometidos a tortuosas inclinaciones.

Son estas características formales las que dan a sus obras vitalidad propia y reducen su conexión con el marco de referencia a un simple pretexto. Tarrassó sigue la estela de los grandes paisajistas catalanes, prestando especial atención a Joaquín Mir, aunque con una personalidad claramente diferenciada en parte por el impacto que el fauvismo tuvo en su pensamiento artístico. Cultiva el bodegón y los paisajes catalanes y mallorquines. Realizó su primera exposición en 1928 en Barcelona. Desde entonces ha expuesto en Barcelona, Madrid, Palma de Mallorca y Bilbao. En 1935 visitó Mallorca por primera vez y, a partir de 1940, habría un taller, más precisamente en Palma, donde residiría largas temporadas y desarrollaría la mayor parte de su producción artística.

Tras la guerra civil, en la década de 1940, Tarrassó participó en varias exposiciones nacionales de bellas artes, durante sus ediciones de 1942, 1943 y 1950.

Aunque el paisaje siempre ha estado en el centro de su producción, Tarrassó también crea obras como la decoración mural de la Iglesia de Santa María de Badalona. En Mallorca también llevó a cabo una empresa singular, plantando su caballete en las cuevas de Campanet para captar las estalactitas y estalagmitas de sus cavidades pétreas, desarrollando una serie de obras que presentó en 1948.

A lo largo de su carrera, Tarrassó recibió el premio de Pollença del I Certamen Internacional de Pintura, en 1962, el premio Santiago Rusiñol en 1972 y las medallas obtenidas durante diversas ediciones de los Salones de Otoño de Palma de Mallorca: la primera en 1967 y 1973, y la honorífica en 1970. La obra de Tarrassó se caracteriza por la gran personalidad de su color. Su obsesión por el cromatismo determina una pintura profundamente sensorial, vital e intuitiva. En muchas de sus obras, el pintor se centra sobre todo en captar una imagen que represente la plenitud de la vida recreada sin interrupción, preocupándose más por esto que por las exigencias de la composición.