Clémence Dupuch

Su licenciatura en ciencias políticas no la preparó para ser artista, pero su pasión por el dibujo y su fuerza creativa la llevaron por otro camino.

"Los sueños, el amor, la esperanza, el dolor y el miedo nos rodean. Mis cuadros tratan de sentimientos universales, viajes interiores y experiencias que todos tenemos. No importa la lengua que hables: el arte no tiene fronteras". Clémence Dupuch

Clémence no se propuso pintar, sino escribir. Publicó su primera novela a los 17 años. Tras estudiar ciencias políticas y viajar mucho, la llamada del arte fue irresistible. Comenzó una vida dedicada a la expresión de los sentimientos humanos, mientras se formaba en psicología. Trabaja en su estudio parisino y expone regularmente, en lugares culturales oficiales pero también al aire libre, para atender a un público curioso por el arte psicodélico y surrealista.

Para el artista, la belleza no es suficiente para describir el arte. Es más bien lo sublime lo que representa la locura del mundo. Lo sublime es una combinación de asombro, horror y admiración. Es a la vez terror, pasión y asombro del alma. A Clémence le interesa la paradoja de lo sublime: nos atraen las cosas que crean en nosotros sentimientos ambivalentes entre la fascinación, el deslumbramiento y la comunión. Tocada por la oscuridad de Egon Schiele y la luz de los nabis, se inspira en los escritos de Carl Gustav Jung y en los paisajes de Félix Vallotton para llevarnos a un viaje por el país de los sentimientos. 

Sus obras oscilan entre la abstracción y la figuración. Trabaja con el poder narrativo de los símbolos, las alegorías y los arquetipos de Jung. El amor, la dulzura y la maravilla se codean con la oscuridad. Las imágenes de la infancia pasan a primer plano, creando jardines del Edén con un aire de selva. 

No hay necesidad de palabras cuando se combinan las sombras y la luz. A través de técnicas mixtas que combinan la pintura, el dibujo, el pastel, la tiza y la tinta, el artista nos recuerda que incluso "el más valiente de nosotros tiene miedo de su propio yo" (Oscar Wilde). Expresa los gritos silenciosos de un mundo en el que el dolor y la alegría son dos caras de la misma moneda.