La torre siempre ha representado el entorno más atrevido, lleno de contradicciones, especialmente en la Edad Media, cuando la torre se erigía como simulacro del pueblo, como elevación del espíritu y como fortaleza inconquistable. Siempre ha sido un emblema de gloria y nobleza, pero también de cierre, castigo y retribución. En el imaginario artístico que nos propone Grazia Azzali, podemos ver cómo la artista nos expone el lugar simbólico de la torre, mágico y surrealista, que se dispone para captar los temas del misterio en su propia condición contradictoria, que salva y condena, que eleva y aniquila el sentido humano.
En la tradición judeocristiana, la torre de marfil es un símbolo de noble pureza. Se encuentra por primera vez en el Cantar de los Cantares (7:5).

El artista propone un viaje simbólico a través del arte, para captar las diversas condiciones que forman parte de la dimensión de la esencia humana, en el marco del mensaje onírico y ancestral. Las presencias que habitan la torre realizan un viaje indefinido, conectado con el entorno que evoluciona como un retorno a los
arquetipos, para captar tanto el sentido de cuento de hadas como los aspectos culturales y ambientales, dentro de los conflictos que se cuelan en la psique, elaborando complejas transformaciones, donde todo evoluciona en la maravilla del devenir, con quién y con qué. El artista desea realizar un prodigio mágico, que derriba la torre, que se erige como testigo de los acontecimientos prescritos, inaugurando identidades extremas, que oscilan dentro de lo imaginario y lo inconsciente, que expande todo motivo de pérdida y venganza. Los esquemas que elabora el artista adquieren formas dilatadas, que se deshacen para captar la esencia de un contenido que se expande dentro de las razones de vivir, donde los acontecimientos afectan al deseo de libertad y redención.Los temas elegidos por este pintor nos conducen hacia las razones humanas, dentro de las comparaciones y modificaciones, en el desdoblamiento de los esquemas,
que navegan hacia motivaciones compulsivas, pero profundamente humanas.

Las razones de cambio simbólico, ayudan a modificar el yo pensante que de repente se expande en otras identidades, que tienen la tarea de retener la función, que la artista otorga, para hacer un viaje de redención, sin desplazar el deseo, como idea de felicidad. La pintora se desenvuelve, pues, dentro de los laberintos del sinsentido, moviendo energías asombrosas, como una anestesia neurálgica de los términos inconscientes en acción. Lo deformado en las imágenes expresadas por las obras, acentúa el dinamismo despiadado de reducir el dolor en la acción, de no sufrir la negación, sino de hacerla imperiosa en los cambios ilusorios de la conquista de la identidad. Las visiones oníricas se desmoronan, para celebrar el sentido de la continuidad elaborativa del abandono repetido, para
resucitar en otras formas, en otras condiciones que conectan repetidamente con el sentido extremo de la repetición, para conectarse en la aventura del límite humano.

La torre de marfil, en este sentido, aparece dentro del inicio de una catarsis continua, para ser un medio espiritual, que ofrece la oportunidad de un refugio de las injusticias y calamidades, que la vida proporciona en el camino del vivir. Un lugar, por tanto, de gracia y luz, como un viaje a la esperanza para capturarse en la visión de la propia conquista total y celebratoria. Grazia Azzali hace, pues, una redención dentro de una torre ilusoria, que contiene nuestra experiencia dentro de los patrones de un cambio perenne, que lleva a nuestra alma a depositar su propio sentido eterno y anhelante de justicia y gloria.

- Ives Celli