El inicio de la Revolución Industrial fue un catalizador para la mejora de la tecnología de impresión, lo que supuso que se distribuyeran y vieran más publicaciones. Esto hizo que la ilustración fuera cada vez más frecuente en la vida cotidiana, complementando el consumo de información. A principios del siglo XVIII, la profesión de ilustrador se afianzó y los caricaturistas ingleses y franceses se ganaron la vida de forma independiente con la venta de grabados en pequeñas imprentas tipo galería. Los editores veían la ilustración como una necesidad y, con una mayor demanda, los artistas podían hacerse un nombre. Walt Disney se afianzó en este campo realizando populares cortos de dibujos animados como Steamboat Willie (1928), el primer dibujo animado sonoro, y pasó a crear largometrajes de animación como Blancanieves (1937). Hoy en día, el ilustrador tiene la posibilidad de alejarse de la profesión en el sentido tradicional. Influidos por el arte, la moda y, por supuesto, la era digital, los ilustradores utilizan herramientas digitales y otros movimientos como el Street art. Nuestro consumo diario de información se ha disparado y los ilustradores que lo complementan lo saben: véase el trabajo de Lady K y Bill Blast, que utilizan el grafiti y el arte callejero para crear ilustraciones contemporáneas.
