De manera impredecible, la obra de arte tiene el poder de alejarnos repentinamente del mundo que nos rodea. Hipnotizados, emprendemos un viaje cuya duración desaparece para dar paso a las profundidades, un viaje dentro de nosotros mismos del que no controlamos ni los niveles, ni las bifurcaciones, ni el destino. Atraídos hacia este lugar desconocido y familiar, nos sentimos como transportados a un mundo lejano. Entonces se unen las edades de la tierra, la naturaleza primordial, los recuerdos de ciudades arcaicas, nuestros sueños entrelazados, una emoción enterrada que creíamos desaparecida para siempre. De los pequeños detalles emergen impresiones tan persistentes como olvidadas de nuestra vida anterior. Lo perdido vuelve a estar muy cerca, bañado por la luz de la obra que nos mira. El inconsciente ignora el tiempo lineal e irreversible, no le importan nuestros puntos de referencia cronológicos y desdibuja las eras. Él puede hacer del pasado nuestro futuro, del futuro nuestra memoria, del presente un momento de eternidad. El arte le habla mejor que nosotros. En sus vibraciones emerge una vida extraída de las profundidades. Una fuerza surge de la oscuridad del tiempo. Irrigada por el poder creativo de los artistas aquí presentados, la exposición es una invitación a embarcarse hacia este mundo lejano, en un viaje interior propio de cada uno pero abierto a la posibilidad de compartir con todos. Es precisamente esta magia del encuentro con el arte y con los demás a la que Guillaume Sébastien nos invita desde hace 20 años.
¡Feliz cumpleaños a su galería! Raphaëlle Ziadé, conservadora de las colecciones bizantinas del Petit Palais
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