Frédérique Lanquetin

Descubrí mi vocación artística una mañana mientras preparaba un doctorado sobre el mundo de la ciencia funeraria. Durante una entrevista de cuatro horas con dos cuidadores de cementerio, donde me sentí transportado a la novela del anciano y el mar, la pintura me cautivó. Me embarqué en una búsqueda del color.

Sin embargo, era necesario completar la tesis, esforzándose por lograr una objetividad imposible.

Al escribir el prefacio de esta obra, quise dar al lector la oportunidad de criticarme. Intenté que el componente subjetivo de mi investigación fuera comprensible, para que los lectores consideraran mi personalidad como la clave.

Este párrafo de cinco líneas se convirtió en el punto de partida de mi primera novela, a la que siguieron otras dos de diferentes géneros, incluyendo ciencia ficción. También me formé en astrología y tarot, una práctica que me permitió acercarme a la esencia del ser humano: su alma. Paradójicamente, para algunos, estos también fueron años de intensa lectura científica, sobre todo de matemáticas.

La COVID-19 tuvo una influencia decisiva. Tras años de aislamiento artístico, dedicada exclusivamente a la escritura, la lectura, la pintura y la astrología, empecé a trabajar en una guardería de Berlín cuando se levantaron las restricciones de contacto. El pequeño mundo de fantasía de los niños desató una increíble oleada de inspiración, llena de esperanza y juego. Una serie de dibujos nació con un hilo poético, como un cuento de hadas.

Esta experiencia revolucionó mi práctica artística, que hasta entonces se había centrado con demasiada frecuencia en la búsqueda de significado, junto con el descubrimiento del teatro improvisado, que he practicado desde entonces. Sus métodos ahora impregnan mi pintura en busca de alegría.

Por último, puedo añadir que no uso IA para imaginar o pintar, y no deseo hacerlo en el futuro.