Juliette Wegrzyk

Cuando la línea parte del sujeto, muchas veces arbustos, árboles, flores, coreografía de hojas, contrapunto, vetas de materia, la mente está escuchando las vibraciones, la mano, un instrumento simple, tanteando hasta un punto de caída muchas veces ubicado en un zona impredecible, que permanece fragmentaria. El fragmento sugiere o escucha silencios, mostrando la importancia de momentos que fuerzan la memoria, tras los cuales el lenguaje solo puede nacer con dificultad en un diálogo con otro.

La fotografía pone mi ojo en la ingravidez, desvaneciéndose ante la imagen, reflejando ese umbral omnipresente entre la vida y la muerte. El ser fundido en un paisaje, el ser olvidado me lleva a veces a utilizar el óleo, yendo a él en la urgencia de sentir su presencia.