El ojo de Doornink para el diseño y sus estrechos vínculos con el mundo de la moda son evidentes, junto con su fascinación por los maestros italianos y holandeses. Ger Doornink encuadra a la mujer en dos ejes, marca el centro expresivo del retrato y luego pinta. Maquilla los contornos de los ojos como máscaras de hadas y pinta los labios como un escenógrafo de Hollywood. El resultado son perfiles bañados en eternidad, como un vintage del futuro, cortados del aire en gris, sepia o blanco y negro con atrevidos toques de color. El pintor, ilustrador y fotógrafo ha pasado varios años en Tokio, Milán y ahora Ámsterdam, y esta mezcla es claramente visible en sus casi geishas listas para la pasarela. Un maestro de la instantánea, del gesto femenino, del colorido del pasado y del desvanecimiento del futuro, como si el negativo no se revelara, pero tuviera una revelación. Algo mágico se transmite del ojo de Doornink al nuestro, a través de un código que transpira modernidad, sensibilidad, delicadeza y fuerza al mismo tiempo. Hay colores invisibles que Ger Doornink hace visibles y mira, que son subrayados solo por un oportuno destello de luz. Por eso su obra, a pesar de ser tan contemporánea, parece haber existido siempre. En esta exposición, las Galerías Villa del Arte seleccionaron las obras de arte originales más fascinantes de Doornink para desarrollar ediciones limitadas de 50 en papel Hahnemühle German Etching.
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