nacido de padre pintor y nieto de un fundador, la fusión de las artes se produciría inevitablemente en él. ¡Y qué hay de este apellido que suena como un alias! Pero su carrera fue escrita de manera algo diferente, entre colorear, aventurarse y doblar. Antoine quiere volver a la fuente. No, no quiere ser hábil, solo quiere hacer, hacer. Arrugar y alisar. El pliegue es su juguete, al que molesta, sacude, sacude. Sí, divertida esta experiencia. ¿Pero no expresa también su subconsciente una necesidad de refugiarse en las grietas, en los valles protectores? En su obra, este plegado herciniano es abrumador. El mismo en el origen de la formación de varios macizos europeos, incluidos los de Alemania y los Vosgos. Antoine, un hombre de oriente, alsaciano empapado de valles, globos y otras formaciones montañosas… Al estructurar, modelar, congelar su material en el pliegue, revive los grandes trastornos de su prehistoria, erosiones, fracturas, accidentes, excavaciones. Su juego ahora es tectónico, ctónico. El resultado está en la superficie, pero la base está en perpetua tensión. Le gusta hablar de la posibilidad del pliegue, del momento inminente en el que se pone la cadena. Su filosofía, si la hay, es abismal y su práctica - artesanal - refuta la elocuencia plástica y pictórica. No, no hay compromiso, ni figurativo ni abstracto.
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