

Biografía
Henri Aprin, el nombre de un artista poco conocido que merece ser destacado por su obra impresionante, conmovedora y monumental en su diversidad y enfoque visionario. Cartelista e ilustrador de profesión, antiguo alumno de las Bellas Artes de Aviñón y talentoso dibujante, se sintió atraído por el mundo del arte desde muy joven. Desde su jubilación, se ha dedicado por completo a la pintura, como un hombre solitario y sin ninguna preocupación por el reconocimiento.
A través de sus diversas inspiraciones, sigue siendo un artista comprometido porque es profundamente humano y está conmovido por los horrores de la existencia, la guerra, la resistencia, la tortura, la prisión, la injusticia, el sufrimiento y la muerte...
Su vínculo con la poesía y su apego a ciertas figuras poéticas como Éluard, Apollinaire, Aragón o García Lorca, sus homenajes a estas grandes figuras, animan gran parte de su obra y son conmovedoramente verdaderos, llenos de mensajes y reveladores de su compromiso espiritual y humanitario con un mundo de paz, amor y libertad.
El homenaje a García Lorca, el gran dramaturgo español, mártir del amor y de la guerra, caracterizado por sus estampas rojas en sus cartas, como la sangre que fluye en la arena y se hiela en la muerte, y que proyecta violentamente sobre su soporte, nos golpea y nos interroga sobre el destino humano. Este querido poeta, que siempre mostró verdadera ternura hacia los oprimidos y rechazados, sigue siendo una figura entrañable para el pintor que se encuentra rodeado de esta bondad hacia los demás, de esta humanidad que emerge de su obra y de sus escritos. Esta escritura sensible y caligráfica, que muy a menudo se insinúa en sus obras y finaliza su composición, da testimonio de este profundo compartir con el mundo de la poesía.
El poeta surrealista Éluard conmueve con su poesía donde emergen el lirismo, la libertad, lo inesperado y lo dramático. Con sus pinceles y la relevancia de una composición abstracta, nos transcribe la visión de un hombre que mira el dolor humano y la desesperación, pero también la esperanza y el amor.
Su vínculo con Jean Ferrat, uno de los intérpretes más populares de Aragón, que nos canta su amor por Elsa, se convierte en una figura familiar y llena de ternura. El retrato del cantante se encuentra en medio de su estudio, como portavoz del gran poeta Aragón.
La bella Elsa con sus ojos enigmáticos aparece en una composición de tonos cálidos con las palabras de Aragón resonando y brillando alrededor de este retrato extremadamente dulce.
La poesía y la pintura están íntimamente ligadas en las creaciones artísticas de Aprin, como si la pintura no pudiera existir sin las palabras y las palabras sin la pintura.
Sus paisajes, en su mayoría imaginarios o memoriales, recuerdos de apresurados vagabundeos por la naturaleza salvaje, están en perfecto equilibrio con cielos tormentosos de excepcional belleza. Dotan a sus arquitecturas rocosas de una suave luz interior, que se irradia hacia un universo donde el negro potencia las sombras y los contrastes coloridos. Su paleta de tonos oscuros es extremadamente fina y hermosamente sobria, con tonos cálidos y grises azulados que se mezclan maravillosamente.
El artista comprometido que toma partido en la resistencia contra el nazismo, quiere dar testimonio de la violencia de este mundo y mira al drama de la Guerra Civil Española y a esta huida hacia la libertad donde exhuma el destino de los vencidos, de los exiliados, incluso del exilio interior, del sufrimiento estigmatizado en rostros dolorosos que nos retrata en una paleta de oscuridad conmovedora. Luego su mirada se dirige a los deportados de los campos de concentración o incluso a los resistentes asesinados, siempre con pasajes escritos por poetas comprometidos para dar testimonio...
Cercano a la pintura miserabilista de Francis Gruber o Bernard Buffet, comprometido con el movimiento de la pintura social, describe la humanidad sufriente con una pintura visionaria y simbólica y explora intensamente los temas de la angustia, la soledad y la condición humana. De este modo, es un pintor expresionista que denuncia y a veces ofende nuestras sensibilidades.
Su pintura se vuelve a veces matérica, escultórica, tosca, con el uso de diversos materiales recuperados al azar, para dar forma y resaltar ciertos retratos como el de Van Gogh, sublime en su pureza y su verdad o para su homenaje a Rodin o incluso para revelarnos los rostros dolorosos de los exiliados.
Víctor Hugo habló de hilos misteriosos que conectan a los seres incluso más allá de su existencia terrenal. Pienso que Henri Aprin está conectado con estas almas, pintores o poetas fallecidos a quienes rinde homenaje con sus pinceles y sus materiales pero también con sus escritos. Él también es un poeta de corazón que tiene el poder de las palabras y que nos conmueve profundamente con la sencillez de su prosa y su poesía. Escribe tanto como pinta, un montón de obras abandonadas, ilustraciones de libros y revistas, relatos autobiográficos, testimonios, diarios de viaje, homenajes a seres queridos como su abuela, todo reunido en un rincón de su estudio, sin ninguna preocupación por una posible publicación. El fin de todo esto le importa poco, desprendido de cualquier objetivo comercial, el artista que pinta y escribe como respira, de manera visceral, con religiosidad podría decirse, no tiene otra preocupación que la de expresarse instintivamente, según sus inspiraciones. Liberado de lo cerebral y de los desafíos del éxito y del reconocimiento, sigue siendo un hombre libre, puro, sincero y auténtico, uno de esos artistas que son raros en estos días.
Henri Aprin creó y ofreció a la iglesia de Chateaurenard un Cristo crucificado, admirable figura religiosa que da testimonio del sufrimiento en el mundo, y que considera la cumbre de su arte y la obra que habrá marcado su vida, frente a la cual nos dice humildemente: «con la edad he perdido muchas de mis certezas y miro a este Cristo con gran ternura». Esta frase nos deja vislumbrar a un hombre de bondad y humildad, además de su talento y genio como pintor y creador.
A veces visita las tumbas de los artistas que le han conmovido, pintores, escultores o poetas, y arranca un trozo de hiedra o recoge unas cuantas hojas muertas o algunas piedras o conchas cerca de la lápida. De este modo, regresa a casa, conservando de forma preciosa estas reliquias, recuerdo de un momento de meditación y de reflexión para aquellos que han dejado este mundo... pero que siguen siendo inmortales para él y, sobre todo, una hermosa fuente de inspiración.
Monique Laidi
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