Matthieu Delfini

Mi trabajo artístico se enmarca en una investigación en torno a los espacios interiores y exteriores, las conexiones humanas y las relaciones que los individuos mantienen consigo mismos, con los demás y con el mundo que les rodea.
Empecé a pintar casi por casualidad, tras la convergencia de varios acontecimientos: en noviembre de 2019, me fracturé la rodilla; Unos amigos me habían regalado algunos materiales para pintar, acuarelas para ser preciso, para mi cumpleaños dos semanas antes. Sin esta inmovilización forzada, probablemente no lo habría tocado tan pronto. Empiezo a pintar y me doy cuenta de que estoy aquí en esta Tierra, entre otras cosas, para pintar lo que veo de este mundo. ¡Qué desafío no haber empezado antes!, pensé.
Mi viaje comenzó con una exploración de paisajes. Los de mi sur natal han moldeado especialmente mi gusto por los espacios naturales –mares, montañas, campos, acantilados–, sus colores y sus estructuras. A través de horizontes tranquilos, bañados por colores vibrantes y meditativos, el espacio invita a la contemplación y al escape. Estos paisajes, a veces reales, a veces imaginarios, son para mí una manera de traducir estados emocionales sutiles y atmósferas propicias para la reflexión. En el fondo de estos espacios, a veces reales, a veces imaginarios, se evoca la noción de libertad que está anclada en lo profundo de su sistema. Las pinturas nos invitan a liberarnos de cualquier marco temporal escapando hacia un mundo en la frontera entre la realidad y lo onírico.
Poco a poco, mi atención se dirigió hacia los seres humanos y las escenas de la vida cotidiana. Fascinado por la riqueza del lenguaje corporal, comencé a explorar gestos, posturas, miradas, tantas microexpresiones silenciosas que cuentan historias, traducen tensiones, conexiones, soledades o incluso introspecciones. Mi proceso pretende capturar lo que no siempre se puede decir con palabras: lo invisible en las relaciones humanas. A través de mis obras intento resaltar el modo en el que cada individuo se sitúa en su entorno. Se trata de contar momentos de conexión, o a veces de desconexión, entre los seres y su entorno físico, social o interior. Mis temas evolucionan en universos oníricos y simbólicos, espacios a menudo atemporales donde el color se convierte en un medio emocional por derecho propio.
Mi elección de paleta juega un papel central en mi enfoque: el color, lejos de ser puramente descriptivo, adquiere un significado emocional. Por su brillo, sus contrastes o su suavidad, se convierte en un vehículo para transmitir impresiones o desencadenar una resonancia sensorial en el espectador. Cada cuadro es para mí una invitación al diálogo: con el espectador, pero también con esta parte de la humanidad que resuena más allá de las diferencias. Intento transmitir la universalidad de las relaciones humanas, dejando a cada uno la libertad de apropiarse de una emoción o un recuerdo.
Recientemente, una residencia artística de un mes (noviembre de 2024) en Bandjoun Station, Camerún, enriqueció enormemente mi pensamiento y mi proceso creativo. Esta estancia me permitió conciliar mis temas centrales – las conexiones humanas – con los desafíos específicos del África subsahariana. En este contexto rico en contrastes, observé relaciones marcadas tanto por la solidaridad como por la resiliencia, donde la comunidad juega un papel clave en las interacciones y la vida cotidiana. Estas experiencias han influido en mi forma de contar historias en mi trabajo, infundiéndole una nueva perspectiva que es a la vez local y universal.
A medida que evoluciono, espero que las obras se asemejen a narrativas visuales abiertas, donde se invite al espectador a proyectar su propia percepción y sentimientos. Lejos de imponer una interpretación única, busco crear un espacio de diálogo, que cuestione nuestras relaciones con los demás, con el mundo y con nosotros mismos. A través de este viaje, tiendo hacia una búsqueda: captar la esencia de lo que conecta a los seres humanos entre sí, más allá de las fronteras geográficas, sociales o culturales.