Marc Vuillermoz

Pintor y académico, desde hace unos quince años combino investigación y creación para poner de relieve el modo en que los nuevos medios moldean nuestra percepción del mundo sensible.

Las imágenes que inspiran mi obra pictórica no son fotografías, sino imágenes crudas proporcionadas por capturas de pantalla tomadas de videoclips amateurs o de la función de mapas de Google. Por muy distintas que sean en su modo de producción, estas dos fuentes documentales comparten una ambición común: ofrecer al espectador atónito una imagen impactante de la realidad, haciéndole olvidar los artificios que rigen su producción. En Internet, uno de los principales impulsores de esta ilusión es la solidaridad de las imágenes en el flujo que las contiene. Cada imagen se basa en la anterior, la amplía y la reemplaza. Pero cuando uno de ellos es retirado de su entorno original, se desintegra, se vuelve extraño: todas sus imperfecciones, borradas hasta entonces por el proceso de sucesión, emergen con particular agudeza y lo distancian de su referente. Sin embargo, el ojo instruido por la pintura encuentra inmediatamente allí su orientación y su satisfacción.

Lo que busco explotar en mis pinturas es por tanto el potencial pictórico de estas imágenes imperfectas, que a veces rayan en la abstracción. Esta aproximación estética va acompañada de una reflexión sobre la imagen digital, cuyos usos, en la era de la postfotografía, han cambiado profundamente nuestra comprensión de la realidad que nos rodea.

Para traducir pictóricamente el “ruido" de las imágenes digitales sin procesar, desarrollé una técnica particular de pintura al óleo sobre capas grasosas. Luego de cubrir una lámina de contrachapado con una gruesa capa de masilla trabajada con espátula, lijo mi soporte para darle un aspecto prácticamente liso. Luego pinto en capas sucesivas, muy diluidas. Tan pronto como los jugos entran en contacto con el soporte, el relieve subyacente reaparece porque los pigmentos invierten principalmente en los microintersticios de la costra de recubrimiento. De ello se obtiene un efecto vibratorio particular: los contornos de los objetos se ramifican, el material se dispersa en direcciones inesperadas, la rugosidad del soporte contradice a veces la pincelada. Es en esta tensión permanente entre el dominio del gesto y el azar que concibo mi planteamiento pictórico.