Desde que la naturaleza inspira a los artistas, los cuadros de flores han existido. Nos recuerdan lo bello que puede ser el mundo natural en toda su crudeza. Pero incluso cuando estos fragmentos de la naturaleza se recogen del paisaje y se arreglan cuidadosamente y se escenifican para una naturaleza muerta, el artista utiliza la estética floral para dirigir la mirada. Ya sea resaltando la belleza o desafiando la naturaleza tóxica de la misma, las obras florales tienen un tema que es instantáneamente reconocible. Así, quedan a la orden del artista para retratar esa maravilla natural, o incluso para distorsionar la belleza expectante de las flores y dejar volar la imaginación. Pensemos en los girasoles, nomeolvides, margaritas, rosas y amapolas de Gustav Klimt, empapados de color. El Bauerngarten (o Jardín campestre) de Klimt, pintado entre 1905 y 1907, realmente cautiva al espectador, con un equilibrio entre la armonía de los colores y la libertad de la composición. Tal vez la pintura floral en todos sus matices pueda llamar la atención sobre la desaparición de la naturaleza y los artistas contemporáneos puedan asegurarse de que los humanos la salven antes de que sea demasiado tarde. Entre los artistas que se pueden encontrar en Artsper están Zoltan Gerliczki y, por supuesto, Christine Beaufils, que utiliza la flor para contar sus historias.
