Gauthier Bruel

Los caminos del arte son impenetrables. El que sigue Gauthier Bruel, artista de Mende de 38 años, lo es en efecto. Detrás de un acento cantante y una sonrisa sincera, se esconde una grieta, una brecha, en la que brilla la luz del arte. Desde hace diez años su práctica artística ha visto la luz, ha florecido en sus manos, aunque desde hace mucho tiempo lleva en su interior una veta artística.

Desde niño, Gauthier Bruel se sintió animado e inspirado por la creatividad. Sin embargo, fue a la edad de 28 años, tras un ingreso en el hospital psiquiátrico Paul Eluard de Mende, cuando fue revelado en su práctica por su terapeuta ocupacional, en el marco de una práctica de arteterapia.

Un lugar cargado de historia artística, ya que este hospital albergó a varios intelectuales clandestinos durante la Segunda Guerra Mundial, entre ellos el propio Paul Éluard. Entre sus orígenes familiares y este fértil pasado artístico, Gauthier Bruel está muy apegado al territorio de Lozère y a Mende, donde parece haber encontrado su tierra prometida.

Gauthier Bruel comenzó entonces pintar , técnica a la que se mantuvo fiel.

Trabajó primero sobre tela, luego pasó a la pintura sobre lienzo en gran formato, luego en formato mediano –que aún hoy prefiere– y finalmente sobre papel. El uso de lienzos y papeles de lino o algodón es importante para comprender la obra del artista ya que son materiales naturales, sencillos, como su obra. Naturalmente, sus inicios están cerca del Art Brut , pero su curiosidad y creatividad le empujan a descubrir otros movimientos artísticos y otros artistas. Su atención se dirige entonces a Helen Frankenthaler. Es un choque artístico. La pintura “fluida", en grandes formatos, los colores planos de la pintora estadounidense del expresionismo abstracto la inspiran. Creó así una obra inspirada en el artista, colgada en el pasillo del hospital Paul Eluard de Mende.

Con el paso de los años, Gauthier Bruel descubrió a otros artistas cuya estética influyó y moldeó gradualmente su estilo. Así se inspiró en Hans Hartung, pero también en Soulages, visitando el Museo Soulages en Rodez. Es a través de estas diferentes figuras de inspiración que Gauthier Bruel trabaja para desarrollar y afirmar su propia estética. El negro pasa así a ocupar rápidamente un lugar predominante en su obra. A pesar de las apariencias que podrían hacer creer que el artista busca pintar “al estilo de", sus cuadros emanan otro simbolismo, otra estética. El enfoque artístico y espiritual que lo impulsa a utilizar el negro y los colores para tratar las formas es enteramente suyo.

Gauthier Bruel trabaja con el minimalismo : reduciendo los colores, reduciendo las formas, para "decir sólo lo esencial". Su uso del color remite a una mayéutica mediúmnica personal. Para él, la elección del negro se justifica por su elegancia, su intensidad y porque representa el aliento divino, lo espiritual. Lo compara con colores elegidos por su “poesía mística", siguiendo su inspiración: el naranja remite al amanecer o al atardecer, evocando para él un sello mesiánico; El azul, muy presente en su obra, simboliza la profundidad y el “sentimiento oceánico" según la teoría freudiana (retomando la noción psicológica de Romain Rolland, nota del editor). El verde, finalmente, remite a la naturaleza, que encarna en sí misma una manifestación de lo divino. Frente a sus múltiples inspiraciones, Gauthier Bruel trabaja en series diferentes en función de la elección de sus herramientas.

A veces sus obras evocan la representación abstracta de un paisaje. Aunque sólo pintaba en casa, sus excursiones por la exuberante flora que lo rodeaba lo llevaron a la creación.

En sus últimos trabajos, Gauthier Bruel ha integrado elementos naturales en su proceso creativo utilizando ramas de retama, una planta muy presente a su alrededor, para aplicar la pintura directamente sobre el lienzo. Aunque Hans Hartung lo inspiró para esta creación, el sentido divino que es tan importante para él está muy presente en su enfoque.

El pasado y el presente psiquiátrico de Gauthier Bruel ayudaron a dar forma a su obra. Diez años de estudio autodidacta de las tres religiones monoteístas, la filosofía y el misticismo alimentaron la espiritualidad del artista, llevándolo a la idea de la omnipresencia de Dios y dándole la dimensión irracional de la fe. Estas investigaciones lo llevaron al extremo, llevándolo a padecer ciertos trastornos psiquiátricos. Pero su obra hoy está imbuida de esta investigación: está marcada por un sentido espiritual, simbólico, místico y religioso muy fuerte. Para Gauthier Bruel, la creación de una obra parece “surgir de su inconsciente". La creación es a la vez impulsiva, un acto de liberación, y luego tranquilizadora una vez completado el trabajo. Su expresión artística se basa en “estados místicos y emocionales" que necesita formalizar en una obra, transcribir al lienzo. Su práctica sigue siendo para él una terapia de la que se ha apropiado y que en última instancia ha convertido en su identidad como artista. Más allá de su enfermedad psiquiátrica, Gauthier Bruel supo transformar su fragilidad y aislamiento, sus arrebatos delirantes y pensamientos intrusivos, sus adicciones y su sufrimiento pasado en una fuerza creativa. De sus partes de sombras y luces, nacen obras poderosas, entre el brillo y la oscuridad, donde lo espiritual se encarna.

En esto, la práctica artística de Gauthier Bruel me recuerda a los Nabis, aquellos pintores proféticos cuyo misticismo, espiritualidad y religiosidad los impulsaron a cumplir la profecía de la pintura.

Hoy en día, Gauthier Bruel desea seguir dando cuerpo e identidad a sus obras, identificar y forjar su propio estilo estético. Su búsqueda artística y su profecía individual apenas comienzan y sólo hay que seguirlas de cerca...