Berlin Freimaurer loge dahlem, 2012
Erwin Olaf

El aclamado fotógrafo holandés Erwin Olaf, conocido por sus imágenes minuciosamente pulidas y escenificadas que parecen estar a medio camino entre una pintura y una fotografía, es un director en el verdadero sentido de la palabra.

Con un telón de fondo real que ha explorado cuidadosamente, Olaf diseña su escena hasta el último detalle: desde dar a los actores la repentina noticia ficticia y trágica sobre la pérdida de su madre o su trabajo, para "atrapar" la primera lágrima que derraman (serie "Grief", 2007), hasta llevar su propia roca falsa hasta las rocosas montañas austriacas (serie "Im Wald", 2020).

Hay un billón de rocas aquí, pero Erwin debe traer, y traerá, su propia roca falsa. ¡Al fin y al cabo, la realidad es una mierda!, comentó el fotógrafo con una risita en el documental entre bastidores de su última serie.

Comenzó como fotoperiodista a principios de los años 1980, documentando los movimientos por los derechos de los homosexuales en Ámsterdam, pero la realidad pronto se convirtió en algo que no debía registrarse tal como es, sino que debía recrearse con un toque de su propia imaginación y fantasía surrealistas.

“Retrato n.º 5" (2005) de la serie “Esperanza" de Olaf / Cortesía del artista

“Uso la fotografía para mostrarles mi imaginación, para crear los mundos que veo en mi cabeza", dijo Olaf por Zoom en el Museo de Arte Suwon Ipark, en la provincia de Gyeonggi. Se exhiben más de 110 de sus imágenes, que abarcan cuatro décadas, lo que convierte a “Perfect Moment ― Incomplete World" en su mayor retrospectiva, no solo en Corea, sino en toda Asia.

Necesito escenificarlo todo, porque mi imaginación siempre es irreal. Siempre está conectada con lo que pasa por mi mente y, en parte, con lo que ocurre en el mundo real", añadió.

Esta mezcla de realidad y fantasía, lograda a través de su enfoque perfeccionista de la composición, la iluminación etérea y la mirada de los actores, da origen a una serie de imágenes cautivantemente hermosas y, al mismo tiempo, inquietantes, que nunca dejan de absorber al espectador.

Detrás de la estética romántica y pictórica se esconde un comentario velado sobre el lado roto de nuestra sociedad acelerada y la fragilidad humana, marcada por la arrogancia y la desconexión.

Se exhiben dos de sus últimas series, producidas en 2020 durante la pandemia de COVID-19.

“09:45am" (2020) de la serie “April Fool" de Olaf / Cortesía del artista

“April Fool" describe un estado surrealista de parálisis de pesadilla, ya que el constante avance de las economías humanas se detuvo repentinamente al comienzo del brote.

“Los estantes del supermercado, vaciados por los acaparadores, me hicieron darme cuenta de que durante décadas asumí que todo siempre estaría allí, que nuestro baile en el borde del volcán nunca terminaría", escribió en su declaración artística.

Inicialmente dominado por sentimientos de impotencia e incapaz de moverse, en parte debido a la EPOC, una enfermedad pulmonar progresiva que padece desde los años 90, Olaf decidió dar forma a este torrente de emociones a través de la fotografía, lo que él llama, la "mejor terapia para resolver mis problemas".

Teniendo como protagonista a él mismo, con sus ojos muertos y su cara pintada de blanco ―una extraña imagen de un payaso desesperado― la serie lo sigue a lo largo de una mañana.

Empuja un carrito de compras a través de un estacionamiento desierto y se enfrenta a filas de estantes de supermercado vacíos, antes de finalmente abandonar el lugar y regresar a su casa vacía, con solo una cámara que lo saluda.

Una sensación de soledad y silencio no deseados nunca abandona al personaje, ya sea que se aísle en casa o salga un paso fuera.

“Lo que quiero decir con esta serie es que", dijo, “los seres humanos, todos juntos con 7.800 millones de personas, somos estúpidos y arrogantes. Creemos que podemos gobernar el mundo. Y ahora, veamos qué pasa.

“En el lago" (2020) de la serie “Im Wald" de Olaf / Cortesía del artista

El tema de la arrogancia humana está presente en su otra serie reciente, “Im Wald", esta vez respecto a la naturaleza.

Aunque estilísticamente se inspiró en las pinturas románticas europeas del siglo XIX, decidió renunciar a cualquier color y presentar el lado indiferente de la naturaleza.

Contra las montañas, salpicadas de densos bosques y el agua que ruge por profundos barrancos, los actores quedan relegados a diminutos puntos que ocupan un pequeño rincón de la imagen. La infinita capa de niebla que los rodea puede incluso hacer que el espectador los pase por alto por completo.

Los humanos, sin embargo, permanecen ciegos a su propia insignificancia, absortos en sus propias identidades y actividades que parecen “fuera de lugar" dentro de la naturaleza prístina, caracterizada por auriculares, palos de selfie, bolsos de diseñador y cuerpos cubiertos de tatuajes y niqabs.

Pero al final, como en muchas otras series, Olaf deja estas imágenes en un estado de perpetua interrogación, pues la imaginación no puede expresarse plenamente sólo en palabras.

“Es una especie de viaje que haces, entras en mi cabeza… Viajas en mi cerebro, ves mi imaginación", dijo el fotógrafo sobre su retrospectiva.