Sophie Morisse
Nacida en 1962 en Mers-les-Bains.
Un cuadro de Sophie Morisse es una especie de viaje en el tiempo. De repente, eres el niño que fuiste, con sus sensaciones, placeres y miedos. Imagen tras imagen, quedas rápidamente cautivado por la agudeza, el humor y la ternura de la mirada de esta artista que baila con las hadas.
Su inspiración oscila entre la naturaleza y la cultura.
Las mujeres se funden con los festones de plantas. Sus rasgos se funden en ellos, o incluso se funden con ellos. ¿Es una metáfora de lo aparentemente superficial, de nuestra verdadera naturaleza?
Confiesa que le encanta el toile de Jouy, que le inspiró en el pasado varios lienzos, pintados directamente sobre la tela impresa.
Pero desde entonces son los papeles pintados de William Morris, sus ramificaciones y circunvoluciones los que han invadido sus cuadros. Se ha dejado absorber por su elegancia, jugando con su violenta confrontación con cuerpos de piel oscura o muy clara, con los colores muy vivos de las telas preciosas y brillantes de los vestidos que destacan sobre la complejidad de los arabescos.
A Sophie Morisse le gusta lo incongruente, los invitados sorpresa y nos anima a buscar a la pequeña bestia.
Los lienzos están sembrados de mariposas, perros, pájaros -sobre todo pájaros- de largos cuellos, largos picos, pequeños paseriformes, loros ruidosos y pendencieros, silenciosos pájaros nocturnos, que parecen sorprender sólo a los observadores que somos, pero que son una presencia natural para las mujeres y los niños que aparecen en los lienzos, sus prolongaciones, quizá sus tótems en cierto modo. Estos pequeños seres incongruentes hacen vibrar el aire y provocan confusión; ¿el papel pintado del fondo es realmente un papel pintado? Los pájaros parecen atravesarlo volando...
Sophie Morisse crea una atmósfera particular, entre el ayer, el hoy y el mañana, construye historias que le permiten contar los lazos mágicos y poéticos que nos unen, nuestras raíces, y transmitirlas.

Michel Bassompierre
Nacido en 1948 en París.
Entre suavidad extrema, redondez de líneas y materiales exigentes, el artista desvela un mundo animal inédito para quien quiera tomarse el tiempo de detenerse.
Elefantes, gorilas, osos, caballos... En manos del escultor, la brutalidad casi primitiva de lo "salvaje" se convierte en delicadeza, casi en tranquilidad...
Sentimos el amor del hombre por "la bestia", la atención que presta a su futuro, así como el profundo respeto que le profesa.
No hablaremos de antropomorfismo, no... Pero sin embargo, hay una formidable "humanidad" que emerge instintivamente de la obra de Michel Bassompierre.
¿Es la del artista o la de su tema favorito?
A no ser que sea el resultado del bello encuentro entre una naturaleza bruta y un hombre generoso y atento, a la escucha de una fauna demasiado a menudo ignorada.