Emily Filler trabaja en Toronto, Canadá y sus obras se han exhibido en todo Canadá y se pueden encontrar en numerosas colecciones en América del Norte. Su trabajo se sitúa en la frontera entre lo real y lo imaginario: tanto familiares como oníricos, las flores son el punto de entrada a un mundo que se disuelve. Como un collage, su mundo es un ensamblaje de elementos dispares que colecciona compulsivamente: patrones textiles, imágenes vistas en libros o revistas, en su entorno o detalles de las fotos que sigue tomando. Sin embargo, las obras terminadas no parecen collages, logra componer a partir de fragmentos una imagen dotada de unidad propia. La huella del artista es claramente visible en las obras que involucran todo un elemento de experimentación con ensamblajes de colores, patrones y texturas. Parte del trabajo de Filler también consiste en quitar y raspar porciones de lienzo que a veces ha pasado horas pintando. Esta parte dejada al azar a menudo revela toques de color o patrones: al retroceder, revela cosas que de otro modo habrían permanecido invisibles. El trabajo de Filler es muy variado, mezcla de obras de colores vivos y lienzos más monocromáticos, conservando siempre un toque de color. No desea tanto presentar una representación realista de flores como transmitir la belleza de las impresiones que dejan en nuestros recuerdos.
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