NadhÂme

Autodidacta, inspirado por la Naturaleza y sus símbolos, dibujo desde muy pequeño. Hija de un pintor y escultor aficionado, acompaño a mi padre a sus exposiciones y me alimento de esa atmósfera fértil.

En los años 90 diseñé numerosos carteles de eventos para diversas asociaciones culturales. A esto le siguió una carrera profesional que, aunque diversificada, siempre me ofreció la oportunidad de expresar mi creatividad, especialmente a través de la fotografía y el diseño gráfico.

En 2020, mi vida dio un giro extraño y me sumergí en libros de filosofía, psicología, neurociencia y también espiritualidad. ¡Entonces necesito entender cómo funcionamos los humanos! Y, sobre todo, cómo podemos actuar para sentirnos mejor. La inmersión y la conexión con la Naturaleza son un hecho. No sólo lo experimento yo, sino que estudios de neurociencia muestran que cualquiera que camina y observa la naturaleza, sea consciente de ello o no, se siente renovado, lleno de energía y calma. El hombre entonces se libera de pensamientos intrusivos y se vuelve más intuitivo porque la Naturaleza le envía ondas positivas a través de una alta calidad de vibraciones, energías e información.

Esta serenidad casi meditativa que permite disolverse en el momento presente es un estado de relajación que me gusta inducir a través de mis pinturas. Es por esto que mi trabajo se basa en parte en la técnica del puntillismo. La repetición de puntos centra la atención. Pude observarlo en exhibición. La persona está como hipnotizada. Se construye una relación íntima entre ella y la obra, como un puente que la conecta con su mundo interior. En el arte aborigen, los puntos recrean la luz y corresponden a la vibración de un mundo simbólico donde las cosas se interpenetran y se influyen mutuamente para formar una visión unificada. La pintura es una forma de poder ancestral que se transmite desde el “sueño" (el espacio inmaterial, atemporal) hasta el presente y puede, entre otras cosas, restaurar la fuerza espiritual de una persona.