Roger Hirsch

Completamente autodidacta, siempre me ha gustado dibujar y cuando lo pienso no puedo decir cuántos cuadernos escolares, bloques de dibujo, hojas sueltas, he ennegrecido o manchado desde mi infancia. Así, con el tiempo me he dado cuenta de que el dibujo es la base de todo. Allí encontré un arte de vivir, por no decir una filosofía. Más tarde, admirar las principales obras de los grandes maestros de los siglos XVII y XVIII me dio el gusto por la pintura. Por razones prácticas de espacio y espontaneidad elegí la acuarela. Más tarde supe que no era necesariamente el más fácil.

Buscar reproducir lo que vemos, sin distorsionarlo ni desnaturalizarlo y sin pretender alcanzar la perfección que de él emana, proporciona una alegría intensa. Pero para eso hay que saber mirar la naturaleza, sentirla vibrar, escucharla cantar, captar su espíritu para percibir su quintaesencia. Al reproducirlo en un medio, mantengo la esperanza de fusionarme con él y de mantener en lo profundo de mí la percepción furtiva de la perfección que nos muestra en cada momento. ¿No es ese el objetivo que todo artista debería fijarse? Asimismo, cómo no maravillarse del genio humano mirando estas viejas piedras que nos recuerdan su historia, nuestra Historia. Formados, ensamblados según las reglas y secretos de los compañeros constructores, aunque inertes, nos dan lecciones de vida.