Dominique Prévots

Discurso que no sea con palabras, este es el objetivo que Dominique Prévots quiere alcanzar, desde que entró en el mundo de la abstracción. Un acercamiento que no siempre es fácil ante las inevitables preguntas del espectador.

Dominique Prévots no quiere imponerle nada, quiere sugerir, dejarle total libertad de interpretación Un diálogo en la encrucijada entre lo irreal y lo figurativo, entre lo informal y lo sugerente. Es el pensamiento el que conduce a su gesto sobre el lienzo. Este pensamiento, presente en cuanto se enfrenta al lienzo blanco; pensamiento que no le abandona hasta la finalización de la obra. Mientras se construye la obra, Dominique Prévots habla, el pincel en acción, barriendo el lienzo con gestos incesantes, a menudo suaves, acariciantes, para envolver la creación de una atmósfera, de un ambiente.

Cuando agarra el cuchillo plano, es para acentuar un punto específico de pensamiento que lo guía. Cuando manipula el lado afilado, es para marcar un punto de parada, un cuestionamiento. El trabajo visual sigue esta progresión verbal, esta secuencia de razonamiento. El artista a menudo se pregunta instintivamente a sí mismo, se pregunta sobre la relevancia de sus comentarios, sobre su coherencia. Al último trazo del pincel, a la última incisión del cuchillo, cesa el reflejo, el artista “pasa la mano", confía la obra a los ojos del espectador, ahora le toca a él deconstruir el pensamiento. del artista... si lo desea.

El recorrido pictórico de Dominique Prévots deja una parte preponderante a la intuición, al momento presente. El lienzo se aborda como un espacio en blanco, libre de cualquier enfoque, sin ningún proyecto pictórico preconcebido. Se cubre gradualmente de colores, fluidos en las primeras capas, luego cada vez más grasosos, como veladuras que actúan en la transparencia, en las estratificaciones luminosas. El artista construye, capa tras capa, una arquitectura de colores al óleo que permite accidentes y traspiés, porque improvisa sus montajes pictóricos directamente sobre el lienzo, con pincel o cuchillo. Los formatos se suceden para jugar con la diversidad del diálogo imaginado por el artista. Las líneas cromáticas nos llevan por el camino de la vida, el camino que debemos seguir para descubrir nuestra propia conciencia. Con pequeños toques y con muchos temas extraídos la mayoría de las veces de la vida cotidiana, el artista nos invita a avanzar en el camino de nuestra conciencia para recuperar nuestro poder espiritual. La imagen es abstracta, para despertar la capacidad de cada uno de progresar hacia el otro, por el simple juego de la sugestión mental.

De cada obra surge una atmósfera independiente, pero por todo ello, el conjunto así creado es una invitación del artista a unirse a él. Una inmersión en un mundo imaginario creado desde cero en torno a un universo de colores cálidos y tonos contrastantes que reflejan la diversidad de la vida y las relaciones humanas. Los profundos contrastes dan al mensaje toda su intensidad. Cada obra está puntuada por una reflexión sobre el mundo circundante, sobre la naturaleza humana, sobre la existencia más allá de la realidad. Tantos temas para fomentar la discusión. Cada interpretación es un nuevo punto de partida. Un punto de partida en los caminos de la conciencia. Estos caminos no se cruzan, se entrelazan en un caos organizado en torno a la condición humana.