Ver trabajar a Bernard Vié es siempre presenciar un apasionante juego de ensamblaje entre formas, colores, texturas, que en un mismo movimiento parecen llevarse bien y contradecirse. Aquí de nuevo reconocemos la huella de quien sugiere más que impone, de quien, sin alardes inapropiados, logra juntar lo que a priori parecía irreconciliable. Hay un vestigio de infancia en la maravilla que surge inmediatamente de estos encuentros. Veamos también la prueba de una madurez y una independencia de espíritu que desafía soberanamente las clasificaciones de reducción, los discursos vacíos, las ambiciones estrechas y los horizontes bloqueados. - Pierre Cadars