Sophie Bassot y Philippe Sutter participan en la 27.ª edición de la Ruta del Arte Sacro en Rosheim.
Nacido y Renace — Iglesia de San Pedro y San Pablo, Rosheim.
En su 27.ª edición, la Ruta del Arte Sacro, patrocinada por la Diócesis de Estrasburgo, se adentra en lugares religiosos de Alsacia con obras contemporáneas creadas específicamente en torno al tema "Nacido y Renace". Una invitación a explorar, a través del arte, los caminos de la transformación, la reconstrucción y la energía renovada.
En este contexto, Sophie Bassot expone en la Iglesia de San Pedro y San Pablo de Rosheim, acompañada por su pareja artística, el ceramista Philippe Sutter.
Este lugar no fue elegido al azar: una obra maestra del arte románico, construida en el siglo XI sobre un antiguo lugar de culto celta, está impregnada de poderosas energías terrestres e imbuida de una intensidad espiritual que refleja profundamente el enfoque de la artista.
Sophie Bassot pinta como quien respira después de una prueba. Su obra está impregnada de los movimientos de la naturaleza, de la luz interior, del impulso vital que emerge del silencio. Captura lo que resiste, lo que renace, lo que aún late. Para ella, el arte no busca suavizar, sino exaltar una belleza en ciernes, irregular, intuitiva, vibrante, que rechaza los contornos fijos y las formas preconcebidas.
Para ella, la pintura es encarnar lo esencial: aquello que conecta al individuo con el mundo, lo íntimo con lo universal, el aliento personal con un aliento mayor.
Frente a esta energía pictórica, la cerámica de Philippe Sutter crea un contrapunto preciso y profundo. Inspirado en formas antiguas, penetra la materia para revelar su memoria. Sus esmaltes cristalizados, sus líneas controladas, sus piezas como nacidas del fuego y el tiempo, responden a los lienzos de Sophie con una fuerza serena. Juntas, sus obras interactúan en la iglesia como dos alientos complementarios: uno fluido y orgánico, el otro mineral y estable. Uno brota, el otro ancla. Uno captura la vida cambiante, el otro lleva su huella perdurable. En un lugar tan habitado como la iglesia de Rosheim —arquitectura sacra, geometría vibrante, símbolos tallados en piedra—, este encuentro artístico adquiere una dimensión especial. Ofrece al visitante un recorrido de sensaciones e intuición, un viaje donde el arte se convierte en una respuesta sensible a la fragilidad, la resiliencia y la esperanza.
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