Larissa Ickx

Larissa Ickx era muy joven cuando acarició por primera vez un lienzo con sus pinceles. Tenía 15 años. Y la necesidad de crear ya le hacía temblar las manos. Comenzó a pintar, recortar, construir y pegar con fervor. Habitada por el placer del arte, confesó más tarde que no podría haber hecho otra cosa. La pasión la había conquistado por completo.

De sus estudios en Florencia, Londres y París, conservó la energía de las grandes capitales y la majestuosidad de las obras maestras. Pero fueron sus viajes, especialmente en África, los que fueron decisivos para moldear su mirada. Conoce a personajes serios que la marcan y a otros cuya ligereza la conmueve.

Ella da la bienvenida a todas estas emociones y trata de plasmarlas en imágenes. A veces juega con el placer de un niño, a veces da a luz obras significativas. Su mente está llena de ideas, los sujetos se presentan, van y vuelven a su propio ritmo, y Larissa trabaja en el suelo, en contacto con el suelo. Mezcla técnicas, difumina las pistas, coquetea con la sabiduría y le da la espalda al momento siguiente para expresar su fantasía.

A menudo pone en escena personajes femeninos, que recorta o fotografía según su estado de ánimo. Libre y delicada como un pájaro salvaje, muestra sus mil facetas a través de sus obras sin dejarse nunca atrapar.

Después de sus acuarelas, su serie de "necesidades" y la de los fantasmas, su deseo de compartir las bellezas que percibe la lleva a Galápagos. Tierna por los animales (solo mata mosquitos), descubre una fauna no muy tímida que se acerca sin miedo a los humanos. .Y a su alrededor una naturaleza virgen cuya alma es poderosa. Larissa se detiene ante el movimiento de la lava petrificada. En las olas y las trenzas formadas por la materia que fotografía, pone su toque personal.

Vinculados durante la duración de una imagen, el rostro de la naturaleza y la mirada de un artista se entrelazan.