Serge Teneze

Memoria de la pintura.

Nuestra memoria registra momentos particulares ligados a ciertos lugares, ciertos aromas, el recuerdo de personas fallecidas, ciertos objetos. Estos objetos llevan consigo la huella de momentos fugaces e íntimos. Volver a verlos, tocarlos, abre de nuevo la puerta a nuestra (su) memoria.

Contienen imágenes ligadas a nuestra vida; imbuidas de tantos momentos, impresiones, sensaciones, que acaban dejando de ser simples objetos... contienen el recuerdo de acontecimientos trágicos o felices, la huella indeleble de nuestros hitos, de nuestra memoria común...

El objeto resuena entonces con las huellas de nuestra (su) propia historia, depositadas en su envoltura cutánea. El tiempo pasa y envuelve, impregna estos "objetos" que nos acompañan y deja allí, como en nosotros, huellas, rastros y cicatrices indelebles.

La "memoria" pictórica es lo que me queda de este tiempo figurativo, que se desvanece y se transforma en una simple impresión, hasta convertirse en abstracción. El recuerdo que nos deja de estos momentos, de estos objetos, pero que inevitablemente se desvanecen, se desvanecen... y desaparecen... los surcos de la serie de "luces negras", las estrías de estas rejillas cóncavas salpicadas de luz, o las líneas de tabiques profundos o coloreados, y estos "escalones" huecos, llevan sus huellas en los surcos de mi memoria. Mis recuerdos se deslizan en estas estrías, a merced de esta luz del pasado; aparecen, desaparecen y se desvanecen, cerrando el acceso a mi historia.

Esta luz que esculpe el marfil de mis negros resuena extrañamente con las últimas palabras que se dice que pronunció Víctor Hugo: «Esta es la batalla del día o de la noche... Veo luz negra». Serge Tenèze.