Berg

Berg es un pintor suizo cuya discreción equivale a talento. Bajo el seudónimo de "Berg", la montaña en la lengua de Goethe, se esconde un artista alpino hechizado por la belleza de las cumbres. El hombre no abrazó este nombre al azar, se hace uno con la montaña, durmiendo en sus brazos, mecido por el aliento del Foehn y domando sus amistosos relieves con su pincel. Es en el corazón de sus montañas suizas donde Berg ha elegido montar su caballete, una vida frugal de hombres pero rica en encuentros: los de los elementos y la belleza en su forma más cruda.

Especialista en grisallas, Berg consigue dar vida a esta técnica pictórica. La elección del monocromo permite al artista expresar en un atrevido juego de claroscuro la profundidad de la roca como el resplandor de la nieve eterna. Tradicionalmente utilizado para pintar bajorrelieves más grandes que la vida, la grisalla requiere un gran dominio técnico que Berg supo hacer suyo. Si el realismo de sus obras impresiona, no se trata de engañar al público. Sobre todo, el artista se esfuerza por plasmar en su lienzo la belleza, pero sobre todo la verdad de la montaña y de sus visitantes, con una admiración imbuida del más profundo respeto. La majestuosa sombra del Matterhorn, las siluetas de los tejados de pizarra o los senderos del bosque inundados de luz parecen llamarnos a dar un paseo.

Atmósferas y retratos de personajes con un espíritu libremente inspirado en el siglo XVIII completan el panorama de este raro artista cuyas obras son la alegría de los coleccionistas internacionales. Sus jóvenes de tez de porcelana, con la mirada delicadamente baja, revelan otra faceta del artista: la de un hombre cuya ternura y poesía se esconden tras una aparente dureza, más allá de los macizos graníticos, entre sombras y luces, como su arte.