Sebastian Hosu

La pintura de Sébastien trata de la realidad, su realidad. Esto también incluye su idea de la naturaleza, que a su vez es una expresión de esta realidad.

Entiende la naturaleza como una presencia en la pintura, arquetípica y no ilustrativa. Pero, ¿qué es la naturaleza? ¿Algo que nos precede y a lo que pertenecemos? ¿Siempre? ¿O es una experiencia perdida hace mucho tiempo, reemplazada por la realidad virtual actual?

Sebastián intenta responder a esta pregunta no con la mente racional, sino con la pintura. En sus pinturas, surgen recuerdos de una presencia natural, donde los cuerpos de personas y animales, así como los paisajes, están imbuidos de algo original, como si el choque entre naturaleza y cultura hubiera fracasado. Si miramos de cerca, podemos ver que los cuerpos, incluso incompletos y fragmentados, no están deformados ni mutilados. Son absorbidos por el aumento de energía. Los cuerpos se convierten en paisaje como el paisaje se convierte en cuerpo, en el sentido de que se nutren entre sí. Como resultado, se elimina la jerarquía entre el espacio y la figura.

Sin embargo, la figura se resiste.
Gracias a su gravedad, resiste la tendencia de la nada a devorarla por completo. Esta pesadez adquiere también una presencia física en sus cuadros: mediante la pintura al óleo empastada que crea su propia fisicalidad. El tamaño del lienzo de Sébastien también juega un papel importante: él siente más directamente la interacción física con la pintura en formatos más grandes.

No hay una mirada nostálgica a un estado ante el choque entre naturaleza y cultura, ni la ilusión de un mundo sano. Su pintura vive de la inestabilidad que, con su agitación, rompe la esperada armonía entre la “carne verde” y la inmensidad del paisaje, llevándolos a una contradicción dialéctica.

- Antonio Pauciulo, pintor