Presentación

Julio Figueroa Beltrán y sus universos temáticos

por Katherine Chacón

En el complejo contexto de la contemporaneidad, la pintura sigue siendo un campo infinito de representación. Habiendo tenido que enfrentarse al espectro de su propio agotamiento, consecuencia de la entronización de prácticas poco convencionales que tuvo lugar a finales del siglo pasado, la pintura demuestra constantemente su inagotable capacidad de revivir, acercándose y desbordando .-- desde una perspectiva crítica - los límites que le imponen las técnicas, los temas y las estrategias discursivas tradicionales.

La pintura actual es amplia y múltiple; en él convergen varios tipos de proposiciones. Por el lado formal, están, por un lado, todas las propuestas derivadas de la abstracción en sus aspectos geométricos y líricos. Por otro, están los lenguajes relacionados con la figuración, en los que se supone que la representación transmite diversas ideas simbólicas, metafóricas, políticas y muchas otras.

La obra de Julio Figueroa Beltrán (La Habana, Cuba, 1984) se enmarca dentro del vasto horizonte de la pintura figurativa. Con una sólida experiencia adquirida en su ciudad natal - en la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro y en el Instituto Superior de Arte (Universidad de las Artes) - Figueroa Beltrán aborda el ejercicio pictórico de una manera que revela su deuda con las ilustraciones. Para ello, se aleja de las soluciones hiperrealistas y, posteriormente, de las seducciones del realismo de calidad fotográfica. Más bien, se trata de la figura y el paisaje, retratándolos por lo que son, simplemente

representaciones. Figueroa Beltrán revela las dificultades de construir una imagen profunda en el plano superficial de un lienzo.

La educación de Figueroa Beltrán culminó con su obra en el estudio del célebre pintor cubano Julio Larraz, defensor de la pintura como acto de la imaginación.

La obra de Figueroa Beltrán pertenece a la línea genealógica en la que la aspiración al realismo da paso a la creación de sensaciones inquietantes, de sutil irrealidad. Por esta razón, hay algo en su pintura similar a la de De Chirico, cuyas atmósferas de ensueño surgen del uso arbitrario de la perspectiva y la representación de una arquitectura imposible. También muestran la influencia de Edward Hopper, especialmente en su enfoque del tema de la soledad del hombre moderno en la ciudad.

En la pintura de Figueroa Beltrán se establecen figuraciones inquietantes a través de su uso del color, una construcción particular del espacio y las formas, y los temas representados, que muestran huellas de los encuentros incongruentes de realidades lejanas defendidas por los surrealistas. Sin duda, el tema de la soledad recorre toda su obra; el artista se apoya en el hombre, la naturaleza y el paisaje para convertirlos en actores de una suerte de soliloquio existencial expresado con contienda lírica.

Una de sus series reúne pinturas de barcos navegando en un paisaje helado. Las piezas Study, The Endurance and Study, The Art -y otras como The Mirage o The Art Shipment- comparten elementos similares: una goleta roja en primer plano cruza un mar verdoso en un paisaje glaciar de cielos blancos. Son imágenes llenas de melancolía. Como en el poema de Harry Martinson Ghost Ships We Are, en el que el poeta sueco compara los barcos abandonados con la vida esencialmente peregrina del ser humano1, los vasos rojos de Figueroa Beltrán parecen encarnar la soledad fundamental de la psique, asumida como un inmenso y fluido estructura. . Son presencias que viajan sin una dirección conocida en un espacio indiferenciado. Los títulos de estas piezas revelan, además, no solo la asunción de la condición humana como destino de una existencia desprotegida, sino también la conciencia de lo que significa ser artista en el marco de esta ausencia de defensa.

El tema del invierno reaparece a menudo en otras series donde el paisaje es árido, frío y solitario. En The Red Blizzard, el artista vuelve a utilizar un drástico contraste entre fondos blancos - congelados - y un elemento protagonista rojizo, en este caso un granero. La imagen, construida con objetos de realidades dispares, completa su extrañeza al situarse en un parque eólico donde en primer plano turbinas y árboles al fondo sin follaje, parecen establecer un diálogo de connotaciones ecológicas. Aquí, el título del libro introduce una pregunta sobre su significado: ¿se refiere al impacto ecológico de los aerogeneradores en las aves? ¿Esto alude al calentamiento global? ¿O el artista simplemente busca introducir un elemento de extrañeza incidental?

Sin embargo, cabe señalar que en Figueroa Beltrán las preocupaciones ecológicas no dan seguimiento a la denuncia. Más bien, su historia se orienta hacia una revisión poética de lo que significaría romper la convivencia entre seres vivos. La serie que llamaremos “Casas de los pájaros”, en la que el artista introduce la representación de estos pequeños objetos de madera, parece subrayar esta interpretación.

De hecho, los nidos son objetos colocados por el hombre y, por tanto, asociados a la vida social. En el bosque o al aire libre, las aves no lo necesitan ya que tienen sus propios medios para obtener alimento y refugio. Figueroa Beltrán coloca el suyo en montañas solitarias, lo que indica que algo en el comportamiento natural de las aves se ha alterado. Este cambio lo trastorna todo, todo lo silencia. La soledad representada en estas piezas es absoluta: las cajas nido están vacías y ningún pájaro vuela junto a ellas. En Study, The Sound of Winter, la calidez de las casitas (como en el granero de la Red Blizzard) es truncada abruptamente por la nieve del paisaje helado que la rodea. El título evoca y acentúa el silencio de la soledad invernal. En The Watcher, la figura de un hombre maduro retratado desde atrás parece enfatizar el deseo de ver la soledad invertida. La Espera no solo expresa esta expectativa, sino que introduce un objetivo paradójico: aunque los bosques están escasos de pájaros (por intervención humana que altera el delicado equilibrio natural), un hombre con la mirada perdida espera a que aparezca uno para poder hacerlo. . ponerlo en una jaula. . De esta forma, la obra de Figueroa Beltrán introduce también una reflexión sobre los vínculos entre el ejercicio de la libertad y la experiencia de la soledad. El uso de un palacio restringido de sepias y grises, y la composición austera sostenida por cruces verticales, u horizontales y verticales, confieren a estas obras un carácter melancólico y misterioso.

La ciudad abandonada es el tema de obras como Fast Times y Blue Lights, y también de The Speed of Happiness. Las obras de esta serie exhiben una bella sintaxis formal en la que la austeridad de los elementos que las componen - viaductos y cielos - se dinamiza por las amplias curvas de las carreteras, las líneas ascendentes de los pilares y la perspectiva que da la baja presentación de el ángulo. Esto permite la aparición de cielos muy coloridos como fondos. De hecho, la expresividad poética de los contrastes de color emerge en estas piezas. La soledad de la ciudad no se manifiesta aquí -como en las pinturas de Hopper o De Chirico- a través de la representación de lugares solitarios o de personajes inmersos en el aislamiento y sin comunicación. Figueroa Beltrán toma uno de los elementos más emblemáticos de la metrópoli contemporánea, la autopista, y la muestra en un estado insólito, en el que se ha restado la velocidad, el tráfico constante y el estado de vigilancia permanente de la ciudad, generando un absurdo y Imagen inexplicable de una ciudad deshabitada.

Caminar en el bosque de Dracaena es una pintura abiertamente onírica. Como su nombre indica, representa un paisaje boscoso en el que se encuentran varios árboles de Dracaena. Conocido como el "drago" por su particular conformación - el sistema de crecimiento de su tronco es bastante diferente al de otras especies arbóreas más comunes - y por el líquido rojo resultante que se utiliza como pigmento y como medicina tradicional - esta planta es, como el legendario baobab, lleno de exotismo y ligado a la imaginería de mundos lejanos, su origen, en una remota isla del Índico, refuerza su seductora extrañeza.

El artista sitúa el bosque sobre un suelo pedregoso y bajo un cielo intensamente rojo y estrellado, lo que sugiere la integración de otra dimensión cósmica en su representación. En cierto modo, esta pintura inquietante rinde un homenaje silencioso a las fuentes primitivas de la pintura y las funciones curativas originales del arte.

Formalmente, la pintura de Julio Figueroa Beltrán es franca y directa, opuesta a cualquier conceptualismo. Su lenguaje actualiza la herencia de las tradiciones pictóricas. Nos devuelve a los placeres de la contemplación, para descubrir que la representación es también un campo abierto y fértil para la reflexión, la imaginación, el disfrute y la introspección.


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¿Cuándo nació Julio Figueroa Beltran?

El año de nacimiento del artista es: 1984