Keith Haring

Hombrecitos que corren por las paredes, se entrelazan y se apoyan, sin rostro, pero cuya agitación es perceptible. Estamos en el universo de Keith Haring. Nacido en 1958 en Reading, Pensilvania, Keith Haring es un artista neoyorquino de los años 80. Vive su juventud arruinado y fallece a la edad de 31 años. 

Keith Haring comienza sus estudios en Pittsburg, donde sigue clases en la Ivy School of Art Professional que lo forma en diseño gráfico comercial. Un universo muy alejado de sus ambiciones que abandona rápidamente para refugiarse en Nueva York. Allí, aprende tanto a través de sus estudios en la School of Visual Art como en la calle. Keith Haring es un hijo del asfalto, encuentra su independencia y su arte en el Street Art. 

El arte urbano le enseña a afinar su estilo. Hay que actuar con rapidez, hacerlo bien, ser eficaz. Así desarrollará un dibujo con líneas rítmicas y rápidas. Sin trabajo preparatorio, Keith Haring pinta por instinto y, por tanto, se centra en la primacía de las líneas, dándole a sus obras un diseño gráfico singular con una preferencia por la figuración libre. 

El metro demostrará ser un terreno de experimentación ideal para el joven artista en ciernes. Encima de los espacios publicitarios dejados, en barbecho, se coloca un panel negro y mate. Es una verdadera llamada creativa para Keith Haring, quien se arma con una tiza blanca y llega a realizar hasta 40 dibujos al día. 

Tanto en sentido literal como figurado, los túneles de la red ferroviaria como los callejones de Harlem representan a una comunidad de artistas underground, alternativos, que seducen a Keith Haring. 

Estos artistas aparecen por fuera del sistema y se unen para crear juntos. Es en este contexto que conocerá a Kenny Scharf y Jean-Michel Basquiat y se hará amigo de ellos. Están animados por las mismas causas, indignados por los mismos errores. 

Las drogas, la guerra, el racismo y los prejuicios estarán al centro de sus luchas y sus obras. Artista intelectual y reflexivo, Keith Haring trabajará toda su vida para la causa social. 

Pintará murales de colores vivos en hospitales, orfanatos, pero también en el Muro de Berlín. En 1984, sus personajes serán de colores en línea con el Pop Art, inspirados por el mundo mediático, incitando una toma de conciencia y transmitiendo un mensaje de esperanza. 

Cuando en 1987 averigua que tiene sida, intenta concienciar al público y recaudar fondos a través de una asociación para luchar contra la enfermedad. 

Con el deseo de que sus obras lleguen a la mayor cantidad de personas posible y hacer que el arte sea accesible, abre su Pop shop en 1986. Una tienda donde se venden juguetes, camisetas y carteles con los retratos de sus iconos. Un enfoque que será criticado por el mundo del arte, pero que supondrá una pequeña revolución artística nunca antes vista.