Anne-Marie Gintrand

La pintura expresionista y gestual de Anne-Marie Gintrand se presenta como una vasta partitura musical regida por el movimiento y la energía, entretejiendo misteriosamente dinámicas complejas. Su pintura parece ligada a estallidos de entropía, tanto turbulentos como irreversibles. Una pintura irreflexiva donde la improvisación y el azar permiten introducir orden en el caos, equilibrar la gran ecuación entre colores, luz y materia. Es una pintura con un ímpetu casi místico que muestra hasta qué punto el artista es capaz del más audaz desprendimiento.

Hay ciertamente en este arte el deseo de dar a sabiendas un lugar privilegiado a la emoción, a la contemplación.

Así, con el tiempo de profundizar y remontarse al pasado para intentar comprender los orígenes y descifrarlos, es la sensación de un viaje musical lo que se impone a cualquier espectador.

La estructura de las obras revela la secuencia de movimientos que su partitura hace recorrer de un borde al otro del lienzo, soporte de las líneas y rayas. Los ecos de los sonidos representados por la intensidad de la materia pictórica se funden con el juego de luces para revelar cuál es la exigencia misma de la pintura.

Hoy en día, queda así resuelta la obsesiva cuestión de los trágicos que aseguraban que había llegado el fin de la pintura, pues podemos ver que ésta sigue ahí, entre el cielo y la tierra, pero muda en su certeza.

Tan pronto como una mirada sensible se encuentra con ella, enciende felizmente el placer del sonido y la luz.