Stefano Mazzolini

Stefano Mazzolini nació en Parma en 1968. A los nueve años fue nominado al premio "Diseño y Ciudad" organizado por el municipio de Parma. En 1989 se graduó como Maestro de Arte en decoración pictórica en el Instituto Paolo Toschi de Parma. Se dedicó durante varios años a la restauración y conservación de pinturas murales. En 1990, primero vivió en Londres y luego se mudó a Nueva York por un corto período. Manifiesta su estilo gráfico de manera gestual e inmediata, la línea dinámica crea gotas de acrílico sobre papel. Las manchas pilotadas están bien manejadas sin seguir dibujos y proyectos, reemplazando así el pincel por ampollas y espátula. Se forman retratos intrigantes, ambientes de cuentos de hadas y animales mitológicos, con figuras fantásticas que animan un caos controlado. Crea siluetas de sujetos andróginos, utilizando collages de papel para ensamblar y pegar capas de rostros siempre ocultos y mínimos. Con colores acrílicos mixtos y esmaltes, obtiene telas y pieles coloreadas que aplica sobre lienzo, envolviendo la obra con injertos de metal y la aplicación de diversos elementos. Los temas son siempre deliberadamente ambiguos y libres de ser interpretados, brindando insumos para alcanzar nuestros sueños. Al cortar el lienzo y superponerlo, construye la pintura en escultura. Manipula la tela de la pintura, llevando la imagen a la tridimensionalidad. Mientras que sobre el lienzo con óleo, expresa su visión de lo oculto con fondos de color evanescentes sombreados por transparencias pero precisos en la representación de objetos, personas y cosas intrínsecas, formadas por una estructura muy compleja como todo lo que vive y se forma. Atisbos de ciudades, paisajes entre naturaleza y animales que interactúan empáticamente con objetos detallados, escenarios convulsos de planos y perspectivas neomodernas, donde la visión del hombre está ausente pero aún rica en su humanidad en cada circunstancia. Con la escultura, fortalece la identidad artística, inventando una nueva representación tridimensional, una invención exclusiva de la escultura de Lycra. La resina, tejido sintético tratado y consolidado, ofrece una nueva concepción de la escultura con figuras humanas y alienígenas, siluetas estilizadas, siempre suspendidas entre lo sagrado y lo profano, drapeados que forman personajes del pasado y revisitados en clave moderna. En su producción más reciente, la sombra parece ganarle a la luz. La luminiscencia es el denominador común que transfigura lo visible en cada forma, trazando una memoria con contornos de impulsos deslumbrantes como para revelar el alma que toda forma viva y no viva genera de la misma materia. Surgen como muchas descargas eléctricas, huellas que el deterioro del tiempo lleva a la desintegración del propio material, creando agujeros de ausencia, discrepancias en el tejido que, entre las texturas de la composición física, genera una suerte de memoria del sujeto, contando así los verdaderos orígenes del sujeto retratado. Personajes, naturalezas muertas, invenciones, cuerpos y objetos son representados en una expresividad inquieta como si pasaran por un escáner de memoria, una losa del pasado en la que vivía de su propia energía, y hoy con la degradación del tiempo, el aura del recuerdo permanece. Un cosmos de cosas y hechos permanece en equilibrio entre la figuración y la abstracción.