Autoreflexión: Desde que el hombre descubrió su imagen en el lago. por Moz (David Vuillermoz)
En el silencio del Lago Verde, los espejos se yerguen, enigmáticos, como fragmentos de una realidad oculta. Aquí no se refleja ningún rostro. No aparece allí ninguna silueta humana. Estas superficies insensibles se convierten en puertas a lo invisible, umbrales entre lo visible y lo imaginario, como tantas invitaciones a atravesar el espejo, como Alicia, para llegar a un mundo donde los puntos de referencia se vuelven borrosos y donde la ausencia se convierte en lenguaje.
En esta serie, Moz presenta espejos integrados en el paisaje natural, sin ninguna presencia humana. Situados en el marco puro y atemporal de la naturaleza, los espejos ya no son simples objetos de autocontemplación, sino herramientas de cuestionamiento. Se convierten en el reflejo de una civilización que, en su incesante búsqueda de la imagen perfecta, ha olvidado el significado profundo de su propio ser. Sin lo humano, el espejo revela una ausencia y una presencia simultáneas: una apertura hacia lo que escapa a nuestra mirada cotidiana, una invitación a ir más allá de las apariencias para afrontar la introspección.
Esta elección de no incluir humanos en las reflexiones permite a Moz cuestionar nuestra relación con la imagen y con la civilización contemporánea. El espejo se convierte así en símbolo de esta ausencia: cuestiona la búsqueda de la perfección, las identidades fijas y la superficialidad de la autoimagen, al tiempo que nos recuerda que la naturaleza, libre de todo artificio, puede ofrecer una respuesta más auténtica y profunda.
El espejo, sin reflejo de uno mismo, se convierte en una metáfora de esta ausencia: un umbral entre dos mundos. Nos invita a cruzar esa frontera invisible, a atrevernos a ir al otro lado donde quizás nos espera una parte olvidada de nosotros mismos.
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