Pere Pruna

Pere Pruna Ocerans (Barcelona, 1904-1977) fue un pintor e ilustrador catalán de estilo figurativo.

En 1920, con sólo 17 años y sin apenas formación académica, viajó a París. Sebastián Sunyer le entregó una carta para presentarse a Pablo Picasso, quien en su época clasicista estaba de vuelta al orden, estilo que Pruna adoptará en el futuro. Bajo la protección de Picasso, pronto se introdujo en los círculos intelectuales y artísticos de la vanguardia parisina. En 1924 expuso con Apel·les Fenosa en la galería Percier, prólogo del catálogo de Max Jacob. Esta etapa fue quizás la más estimulante de su carrera y por ella se engloba en la llamada "Escuela de París", habiendo gozado de estima en la capital francesa gracias a su delicada pintura, que conecta muy directamente con el Picasso de la etapa neoclásica. También fue escenógrafo y vestuarista de los Ballets Russes de Sergéi Diágilev y en 1928 obtuvo el 2º premio del Carnegie Institute de Pittsburgh.

Aunque Pere Pruna fue autor de cuadros como Alegoría de la República, al estallar la Guerra Civil Española la visión de los incendios de iglesias y conventos, sin ningún respeto por las obras de arte que eran destruidas indiscriminadamente, le llevó a alistarse En el ejército franquista hasta entonces había expuesto con éxito en Chicago, Nueva York, Ámsterdam, entre otros lugares. En 1936 y 1938 lo hizo en la Bienal de Venecia. Después de la guerra, de nuevo en Barcelona, perpetuó su estilo plácido y refinado desde la Sala Parés de Barcelona.

Pintó murales y otros cuadros de gran tamaño con temática religiosa, manteniéndose fiel a su estilo, aunque, al mismo tiempo que realizaba delicados desnudos, hacía trabajos experimentales con collages e introduciendo otros elementos; otros disociando los colores del fondo con la figura esgrafiada de arriba. Quizás su aportación más original sea el uso de cera virgen para realizar claveles (pero sin seguir la técnica habitual de la encáustica).

La figuración de Pruna se caracteriza por su trazo estilizado y diáfano, y está en sintonía con la vuelta al orden tras la ruptura que supusieron las vanguardias. Esto permite comparar su arte con tendencias europeas contemporáneas, como los "valores plásticos" italianos (Cabeza de playo y tulipán, 1929).