Catherine Larré

Siluetas, rostros en penumbra, miradas veladas, las imágenes de Catherine Larré son una exploración delicada y sutil de paisajes mentales, donde los seres son como apariciones, frágiles, perdidos en un sueño. A veces, un cabello en primer plano evoca este particular estado de conciencia, en el límite entre la vigilia y el sueño, donde, inmóviles, asistimos impotentes a la misteriosa película de nuestros sueños. Sin duda, en estas fotos el misterio reside también en esta luz tan singular que no revela las cosas, sino que al contrario las perturba. Durante el día irrumpe en estos modelos para irradiar cuerpos, deslumbrar rostros, velar la imagen. De noche, la luz es tan apagada que los ojos luchan por salir de la sombra de la que parecen prisioneros. Hay algo del orden de lo sobrenatural en este universo, pero nada amenazante aquí. Nos sentimos inmersos en una particular lentitud melancólica que también nos recuerda nuestros sueños de infancia donde la preocupación se mezcla con una cierta dulzura. Catherine Larré logra sumergirnos de nuevo en estas sensaciones, nos lleva a tomarnos el tiempo para sentir el calor de un rayo de sol, a maravillarnos del rocío que perla en una telaraña, nos dejamos arrullar por esta agua acariciadora, inhalando un ramo de Iris con los ojos entrecerrados. El tiempo se expande, momentos suspendidos, en silencio con un poco de perfume de eternidad. - Olivier Panchot Catherine Larré, creadora de ángeles Cuidado con la suavidad de las imágenes, mira las improbables sombras en los bordes de los vestidos, los párpados cerrados, el sol de los cordones, el aleteo de las mangas globo, el falso calce de las camisas, posadas sobre cuerpos nadadores de nieblas, vagabundos de sueños, pequeños cadáveres vestidos de prisa, ya refractarios. Estas imágenes han sido ensambladas con ciencia en el ojo del fotógrafo, en su cerebro, en el cuarto oscuro, donde la misma bruma nocturna brota recuerdos de infancias imaginarias, incesto benigno, nostalgia por disfraces morbosos, torturas infligidas a los muñecos bajo el gran caricia inalterable y ofelia del sueño. “Las cortinas”, escribió De Piles en 1699, “no deben arreglarse como la ropa que usamos en el mundo; pero (…) que los pliegues se encuentran como por casualidad alrededor de las extremidades, que las hacen parecer lo que son; que con laborioso artificio los contrastan marcándolos, y que los acarician, por así decirlo, por sus tiernas sinuosidades y su dulzura ”. Mostrar lo que se esconde, ocultar lo que se confiesa: inquietante familiaridad de imágenes que combinan la verdad en la ilusión técnica de su propia génesis. Desdibujando las huellas, dando a luz y muerte: apocalipsis al revés donde los propios ángeles se visten con las túnicas deslumbrantes del paraíso perdido. - José Puig