Christophe Frot

Fotógrafo empedernido desde mi infancia a principios de los 70, autodidacta apasionado, nunca dejo de intentar olvidar la técnica, la precisión y el afán documental en favor del carácter onírico, contemplativo y poco convencional de la fotografía.

Demasiada información, demasiadas imágenes circulan, haciéndonos creer, con razón o sin ella, que el mundo entero nos es conocido, ya visto, ya experimentado. ¿Cómo ver otra cosa, cómo aprehender diferentes sensaciones para alejarse de la normalización, cómo descubrir una realidad detrás de la realidad? La fotografía, un medio obsesivo, reproduce sin cesar una estandarización de la visión moderna, cada uno debe tomar la misma imagen.

Los espacios vírgenes accesibles por "desviaciones", posibles técnicas en torno al medio fotográfico, ofrecen, lejos de los estándares y cánones de la estética, imágenes con una fuerte carga emocional, que es, en definitiva, el único objetivo. Entonces trato de transcribir mis sensaciones usando cualquier cosa que pueda capturar la imagen, dar forma a la luz, repitiendo hipnóticamente el gesto de disparo, tratando de experimentar con diferentes visiones fotográficas, tratando de reflejar al mismo tiempo el instante y la duración, la unicidad de la punto de vista y la multiplicidad de los estímulos recibidos.

Una buena fotografía nunca es más que un transmisor que encuentra su receptor en el espectador. Cuando vuelvo a las fotos que me gustan, la constante es una emoción inicial. Sólo cuentan la empatía y los sentimientos despertados, sin centrarse necesariamente en las consideraciones técnicas que conducen al resultado final.