

Biografía
Manuela Ferreira proviene de un entorno donde, durante su infancia parisina, la estética de los objetos, lugares e imágenes ocupaba un lugar central. Desde muy temprana edad, comenzó a dibujar y pintar en una escuela preparatoria de Bellas Artes. A través de diversos encuentros, inscribió su obra en una investigación más personal a través del dibujo y el grabado, mientras continuaba su práctica pictórica con gouache y acuarela.
Un nuevo capítulo se abrió para ella tras mudarse al sur de Francia, donde el color se convirtió en el eje central de su obra. Durante varios años, practicó la pintura sobre seda, lo que le reveló, a través de la delicadeza de los tonos casi infinitos y la vivacidad de los colores, el mundo del color. Este universo se convirtió entonces en el tema principal de su obra.
Posteriormente volvió a una práctica pictórica más clásica: el temple (o temple), con papel y MDF como soportes.
Busca transmitir lo que el acto de pintar significa para ella. Elige el paisaje como metáfora de la meditación que subyace a su actividad artística; en otras palabras, pintar, para ella, es practicar una meditación en la que el paisaje es el medio.
Cada vez, se presenta un paisaje mental, compuesto de elementos estereotipados: mar, montaña, lago, rocas, árboles. Son formas simples, casi ingenuas. Todo es imaginado; nada existe como tal en la naturaleza. Es pintura: «una superficie plana cubierta de colores reunidos en un orden determinado» (Maurice Denis).
El color es primordial en esta investigación. Los elementos que construyen este «paisaje» carecen de sombras y luz; existen en sí mismos a través de la intensidad del material coloreado y de las relaciones cromáticas.
La témpera (gouache) que utiliza se elabora exclusivamente con agua, pigmentos y yema de huevo. Esto acentúa la frescura del color, permitiendo una amplia gama de efectos pictóricos: desde la acuarela pura hasta la pintura al fresco, incluyendo el acabado mate completo del gouache.
Se priorizan los formatos pequeños y medianos para captar la atención del espectador en lugar de abrumarlo. La meditación que se desarrolla aquí no busca imponerse, sino acompañarte con serenidad e intensidad.
"...El mar es una de las fuentes de inspiración de Manuela Ferreira, como todo lo que tenga que ver con el agua: El lago azul, El río azul, Un barco, Una cala, La playa, Las rocas... todos estos lugares destilan la alegría de vivir, que Baudelaire y luego Matisse resumieron en tres palabras: lujo, calma y voluptuosidad. Lujo de colores, impresión de serenidad y placer sensorial de manipular las formas para construir, cada vez, un nuevo paisaje mental.
Digo construir, porque estas acuarelas y gouaches sobre papel tratan sobre la arquitectura, ya que resuena en perfecto equilibrio con la naturaleza. Esto, por un lado, invita a la meditación y, por otro, evoca una sensación oceánica de perfección. La naturaleza está domesticada, pero por una buena y noble causa: el deleite visual.
Los formatos son modestos: el objetivo no es abrumar al espectador, sino animarlo a observar con más atención. Estos paisajes, obviamente, no buscan ser realistas. Son estilizados, tratados mediante la superposición de áreas de color que determinan los espacios que la luz del sol del sur unifica. El artista busca la simplicidad, incluso la ingenuidad.
Manuela Ferreira concede especial importancia al entorno que imagina para cada paisaje o motivo. No se trata de reproducir la realidad, sino de remodelar su espacio escénico. Así, se piensa en un marco dentro de otro marco, en un distanciamiento de la realidad, en el teatro, sus decorados y su puesta en escena, aquí silenciosos y desprovistos de presencia humana. Esto, sin duda, explica la serenidad propicia para la meditación, para la poesía. Cada pequeño cuadro sumerge a la pintura misma en un abismo.
BTN (Bernard Tenon Nouailles) en – abril-mayo de 2024