Jean-Jacques Venturini

Jean-Jacques Venturini, como en el cine

Pinta escenas de la vida, retratos figurativos donde la restitución de la realidad es interrumpida delicadamente por un poder ficticio que nos habla a cada uno de nosotros.

Le gusta enfatizar la profundidad psicológica de personajes famosos del mundo del espectáculo y el cine, Marylin, Rihanna, Ray Charles, Jay Z y Beyoncé, Sean Pen, entre otros. Si estos retratos se tratan con mucha frecuencia al estilo Pop Art, todos dejan un carácter, un detalle distintivo. En otro ejercicio de estilo, cuando el artista se enfoca en escenas de la vida, personajes desconocidos son capturados en la privacidad de un entorno cerrado. El magnetismo de su personalidad queda así capturado con cierta autenticidad. Se trata de cuestionar la identidad del individuo y la aparición del hecho, la suspensión de un momento, pudiendo sugerir una acción por venir. El pintor trabaja con la ficción como una secuencia de planos. El cine es sin duda una fuente de inspiración en su obra.

Sus obras recientes como After, The Blue Room o Courant d'Air, dan testimonio de escenas interiores inspiradas en Edward Hopper. Como el maestro estadounidense, Jean-Jacques hace malabarismos con la intriga pictórica, entre aparición y desaparición.

“Estas son escenas de género. Estoy contando el comienzo de una historia que ya está contenida en el título, que cada uno interpretará y terminará a su manera (…) El objetivo es centrarse no en el retrato de los personajes sino en sus ocupaciones. "

La pintura al óleo sobre lienzo de lino es su técnica favorita. El pintor se inició en el mundo de la creación y la edición, hoy transpone sobre el lienzo su saber hacer desde la impresión, la serigrafía y el grabado. Los métodos de transformación y disposición de la imagen, realizados en un ordenador, coordinan siempre su trabajo.

“Está lo que veo a simple vista, lo que veo en la pantalla y, en última instancia, la interpretación que hago en mi lienzo todavía en blanco. "

La construcción trabaja sobre la figura y el espacio al mismo tiempo. Los efectos de relieve y profundidad se ven reforzados por el armonioso cuidado de los tonos. Este proceso cromático interactúa para forjar el impulso narrativo. La narración está imbuida del vínculo con el otro y su entorno. Tensiones, puntos de desequilibrio, detalles llamativos… La composición habla por sí sola y persiste en dar sentido a la escena para alimentar la historia. Este proceso nos invita a colocarnos en la disposición de escuchar y buscar para un mejor entendimiento.

Los ambientes son generalmente contemplativos, invitan a la contemplación y la introspección. El artista ve sus identidades pintadas como ilustraciones de una memoria colectiva; representaciones de uno mismo, de los caracteres obvios de nuestro consciente y nuestro inconsciente. Son recuerdos que olvidamos y que reaparecen, que todos ya han vivido o presenciado.

“Una escena de vida exitosa debe tocar la sensibilidad del espectador, estar vinculado al recuerdo de un momento de la vida, a una proyección de uno mismo, a un entorno conocido. No pinto para decorar paredes sino para tocar almas. "

Canoline Critiks.