
Albert Ràfols-Casamada
España
Fuera de la escuela, fuera de la corriente principal y sin referencias, la pintura de Florence MARIE está casi desnuda. Como un comienzo, crudo, pero en absoluto ingenuo, en la medida en que se gana en la dificultad de hablar o escribir, en la mentira y la desgracia de las palabras.
Retroceder a través de las palabras para presentar este cuadro es, en cierto modo, retroceder, darle la vuelta a aquello de lo que se aleja y, por lo tanto, perder también su origen mismo, el primer gesto que lo hizo nacer: la búsqueda de un modo de decir que escape a las trampas del lenguaje (y entre otras del lenguaje culto, con todos sus aspectos alienantes) para responder mejor a las exigencias de una necesidad interior.
Esta búsqueda tiene todos los visos de ser una invención: aquí la pintora (término que aún no tiene forma femenina) no abraza en absoluto la pintura para ajustarse a sus leyes establecidas. Por el contrario, Florence MARIE se aventura en este arte sin orillas como en una promesa de su propia vida y cada vez más también pública, abierta a la comunicación.
Es ante todo el color el medio principal para su exploración dinámica: en su expansión, tiende a borrar los límites entre el exterior y el interior, y al mismo tiempo también favorece una difuminación de la obra entre lo que podría llamarse figuración fantasmática y abstracción expresiva. (...)
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