Basile Di Manski

Basile Di Manski ha estado pintando desde su temprana adolescencia, su pintura ha conservado su frescura y cierta inocencia. Sus paisajes urbanos retro-futuristas, estructurados como arquitecturas interiores, ofrecen un escape (incluso un refugio) al espectador: piscinas, ventanas, escaleras, medianas, tuberías, rampas para patinetas y barras deslizantes; todas estas estructuras lúdicas forman un patio de recreo destinado a hacer circular la mirada y establecer un intercambio entre el exterior y el interior del cuadro, que a su vez se convierte en una puerta por la que el espectador puede entrar y salir, a su antojo, y así acceder a la imaginación (el famoso "California Mentale" del artista) y el surrealismo para construir sus propios movimientos, su propia narrativa. Los primeros cuadros pintados por Basile se pintaron sobre puertas antiguas.

La mirada se pasea por estos pueblos aparentemente idílicos y nos damos cuenta de que están sembrados de elementos autobiográficos dispares, acumulados por el artista mientras recorría la mineralidad futurista de los skate spots de La Défense, o la, abrumadora y arcaica, de las ciudades de Italia. al anochecer. Bajo la dulzura de la dolce-vita, a veces sentimos despuntar cierta angustia, la que sentimos ante el absurdo, ante la competencia reina, o incluso ante la violencia de la modernidad ultraliberal.

En este sentido, la pintura de Basile Di Manski es tan retrofuturista como su música pop, donde temporalidades y texturas se mezclan sin distinción ni jerarquía.