Dominique Andrier

Nacido el 1 de mayo de 1952,

1970-1976: Beaux Arts de Paris (sección de arquitectura).

1976: Se dedica cada vez más a la pintura, mientras trabaja en un estudio de arquitectura.

1979: Realización de un fresco sobre el tema de la “construcción” en el centro educativo de Brétigny sur Orge.

1979-1982: Participa con éxito en la mayoría de los Salones de la periferia parisina.

1982: Conoce a André Bourrié y se convierte en su alumno. Comienza a pintar sobre el motivo Creación de un fresco sobre el tema del "Regate" en el centro náutico de St Qentin en Yvelines.

1983: Viaja a la Toscana y pinta sobre el suelo.

1986: Primer Premio de la ciudad de Lilas, Expone en la "Galería, el amigo de las letras" en Burdeos.

1986-1989: Años de transición, se dedica exclusivamente a la figura humana, Expone en la Galerie de Crécy y la Galerie de Noirmoutier.

1990: Miembro designado dentro del grupo de Artistas Contemporáneos del estudio Ville d'Avray.

1991: Admitido al Salon des Artistes Français y al Salon d'Automne.

1992: Expone en la Galerie du Marais y realiza sus primeras litografías para las Editions Vissions Nouvelles, Participa en la Art-Expo de Nueva York con la Galerie Axelle.

1996: Artista invitado de honor en el Festival Internacional de Música de Auvers-sur-Oise Expone en la Galerie de Crécy y la Galerie de l'Ecusson de Montpellier.

1999: Expone en la Galerie Arpèges de Montpellier “Venecia”.

2002: Expone en la Galerie de l'Ecusson de Montpellier sus primeros trabajos sobre el tema de África

2002-2005: Numerosas participaciones en exposiciones colectivas,

2007-2009: Desarrolla cada vez más su gusto por África, en particular por Malí,

2009: Viaje de estudios a Radjasthan, descubrimiento de otro registro de colores, Exposición en la Galerie de Crécy, “Cloueurs des Indes”

2010: Exposición en la Galerie de l'Ecusson Exposición en Saint Hubert Lyon

2011: Exposición en la Galerie de Crécy, sobre el tema de Nueva York,

2014: Exposición en la Galerie de Crécy.

Reloj de arena

Tiempo que se dilata y se desvanece, colores que quedan, recuerdos que prolongan su sombra en el presente, luz que resiste la inevitable obliteración;

Esquinas, atisbos de perspectivas, sombras de comercios o tenderetes, ropa suelta, movimientos apenas evocados del paso que se despliega, presencia llamativa de las actitudes sugeridas, confianza que se susurra y se entrega a pesar de todo a nuestras indiscretas escuchas: vida presente donde el ruido de la calle viene a alimentar nuestras curiosidades, un universo no de sueños sino de memoria, seres de un presente ya superado, y cuya vaguedad testimonia como una imagen captada su prontitud y su brevedad...

Prueba de que no es el tiempo el que pasa, sino los seres aureolados de incertidumbres e imprecisiones en la penumbra de un día que ya declina... Esta fusión de la línea está evidentemente calculada: no se trata de ocultar una incapacidad para pintar el detalle, se trata de dar al detalle su verdadero lugar, el que ocupa en la memoria, su carácter anecdótico en la historia que tratamos de reconstituir situaciones o seres desaparecidos. El objetivo del pintor no es mostrarnos la calle tal como es, sino tal como quedó en su memoria y en su intento de reconstruirla para nosotros.

Lo que da a la vida todo su sentido es el movimiento y la lucha por frenarlo, un testigo por un momento más inmóvil que el imperceptible despliegue de nuestra existencia: la memoria se contenta con las trabas que nuestra memoria nos devuelve: el arte de pintar es precio, que nos entrega capa tras capa lo que nuestro ojo y nuestra mente retienen de la visión original, y la película ya se resquebraja y se parte de nuestro olvido.

La obra que Dominique Andrier nos da a ver se compone así de una doble complejidad:

La perdurabilidad del testimonio que perdura en la memoria, y la luz, mucho más presente de lo que parece a simple vista:

Su saturación es tal que parece conducirnos a un universo de medios tonos, pero muy engañoso donde se respeta la relación entre la luz y la oscuridad, como en una escala inferior a la que nos impone la realidad.

Como si la sombra revelara el contraste que crea la violenta luz del sol, como si sumergidos en esta penumbra nos hiciéramos cómplices de los seres que allí evolucionan; Prueba de que la luz y el color pueden convivir en medios tonos, la Plaza de San Marcos bajo la lluvia nos revela muchos matices; nos corresponde entonces a nosotros participar en ella: por lo tanto, ya no somos espectadores sino sujetos de esta pintura que nos atrapa en su cotidianidad, y que realza con toques de blanco, azul o carmín el tintineo múltiple y silencioso de su despliegue.

El considerable trabajo que preside este desenlace sugiere obviamente que la comprensión de la realidad es para la artista su búsqueda perpetua, que nunca ha terminado de sumar línea, color a color o sugerencia a la precisión.

Reloj de arena pues, donde la veta que se revela del lienzo pintado justifica la alegoría, como esta impresión traída de un país de arena y desierto, como estos rostros, a los que mirones impenitentes nos acercamos en su intimidad hasta la indiscreción al discernir sus facciones, pero también el estado de sus almas, la naturaleza de sus palabras, y de dónde creemos que surgen los secretos.

Pintora del secreto, Dominique Andrier es también una de ellas, que nos revela magníficas sombras a través de su pintura... Pero que se tranquilice: las sombras sólo existen a través de la luz que las proyecta...