El perfeccionismo es extremo. El más mínimo detalle magnificado. La luz está filtrada. Las sombras son tenues. Vamos más allá del fenómeno de la simple representación para coquetear con lo excepcional. Reina en estos espacios vírgenes de la presencia humana, un absoluto silencioso. Amado por la luz y las formas, este artista nacido en Thonon en 1947, fue profesor de música, luego diseñador textil antes de dedicarse por completo a su pasión pictórica. Aunque fue autodidacta, su padre, que también era pintor, le introdujo en el arte cuando era niño. Sus maestros se encuentran en la pintura holandesa del siglo XVII y en los movimientos naturalistas rusos y escandinavos del siglo XIX.
Michel Trapezaroff mantiene un profundo respeto por el dibujo y las reglas clásicas de composición. Lejos de modas y tendencias, reivindica este clasicismo de la escritura. Su paciencia es infinita. Sus exigencias son extremas. Forma parte del linaje de pintores tradicionales. Sin embargo, logra sorprender, pues sus pinturas ofrecen una visión sublimada de la naturaleza. Un chalet aislado en la nieve, una orilla del lago Lemán, árboles gigantes en el campo, la maleza... tantos motivos extraídos de la vida que le gusta revelar con fuerza y poesía. No hay necesidad de instrucciones para entender su trabajo. Sólo hay que observar y dejarse llevar por la magia de este espectáculo naturalista que despliega su tranquila belleza.
Estas vistas panorámicas se iluminan con discreción y luminiscencia, revelando su intimidad en la suavidad del color. El tacto mesurado parece revelar el más mínimo susurro. Hay una belleza extraña, una vibración delicada, en estas composiciones que parecen estar llenas de un estremecimiento de felicidad. Revela lo intangible, subraya la universalidad estética del paisaje. Trapezaroff es un pintor aparte en nuestro paisaje cultural. Su obra podría pertenecer a siglos pasados. Es hoy y será mañana. Es simplemente espléndido y tranquilo.
Thierry Sznytka, Revista Arts News - 2008
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