Les amateurs de méduses, Circa 2019
Philippe Azema

Técnica mixta sobre papel dispuesto toscamente sobre sábanas de algodón. pintura amarilla brillante con negro, rojo y naranja. Presencia de texto (¿poemas?). Firma con un nombre imaginario y un nombre antiguo.

Un camino que se hunde en el vientre de la forma.
Reflexión sobre la obra de Philippe Azema

Una impotencia total para percibir el universo como homogéneo.

El universo de Philippe Azema es la espontaneidad de las formas, la contorsión de los colores, la imprevisibilidad de la composición, es desde el primer vistazo, la audacia de la originalidad. Una originalidad, original y original, porque su obra totalmente innovadora, única, hunde sus raíces en los orígenes del arte, en una época en la que los hombres practicaban la religión del arte, entendida como restitución simbólica de la realidad.

Azema no busca al originador de una manera predeterminada. Sin embargo, ¿podemos decir que tiene un conocimiento específico de la historia del arte, sus condicionamientos, gustos, estilos y por tanto que no se adentra en el arte outsider?
Muy por el contrario, empleados en una granja, estamos en presencia de un artista autodidacta, cuyos dibujos revelan una total libertad de expresión, una anarquía de la composición. Es un artista cuyo arte es la expresión de la búsqueda de uno mismo en el mundo que le rodea.

Hay algo así como un abandono en su actitud, lejos de cualquier búsqueda de perspectivas, o de una producción artificial de luz. Aquí, todo está dado por el acoplamiento de los colores entre ellos. Tres tonos: rojo, amarillo y negro guían la construcción de sus "mundos", como un místico daltónico, que alejaría al espectador de la realidad.
Las formas parecen grabadas en el fondo, huellas atemporales de su inconsciente.
Cómo no pensar en las formas primordiales de la prehistoria, nacidas alrededor del fuego de la caverna, en el tiempo del descanso, del abandono al propio inconsciente.
Evidentemente, nos acercamos aquí a los orígenes de la creación artística. Azema, en el corazón del art brut, consigue encontrar una dimensión del espíritu situada en una época en la que el hombre utilizaba el arte como medio hacia el otro, hacia el exceso, más allá de todo límite.

Los artistas del outsider art, como ya he tenido la oportunidad de subrayar en mi escrito para la exposición “Line of Contour, Different Creativity” consideran el arte como una oración diaria a realizar en la intimidad del propio espacio cotidiano. Un arte estomacal. una terapia Si el arte se entiende aquí como un ejercicio cotidiano, nos alejamos de la naturaleza del artista, a favor de algo que se debe aprender. De esta forma, el arte marginal se acerca al arte oficial, porque hay una técnica que hay que adquirir.
Pero el outsider art no se trata de estilo o tendencia, sino más bien de una condición previa: el arte como lenguaje de conocimiento, primero hacia uno mismo (es el ejercicio cotidiano, un susurro constante hacia el interior de uno mismo) luego hacia los demás.
En el outsider art, este conocimiento se adquiere, no por una aportación cultural o lógica, sino que se basa esencialmente en lo fantástico y lo imaginario, sublimado por una realidad cercana a la vida íntima de los artistas.
En la dinámica del outsider art, lo importante no es el objeto cognitivo, sino la acción para lograrlo. Para el artista de arte contemporáneo oficial, el arte es un lenguaje entre otros con los que conviene intercambiar permanentemente. Para el artista outsider, el lenguaje del arte es la única manera de entender el mundo y resulta de una necesidad fisiológica. En el outsider o outsider art, el artista descarga su propia patología en su obra y obliga al espectador a medirse con ella.
Para comprender mejor esta relación entre el hombre y el objeto, podemos referirnos al pensamiento de Merleau-Ponty, sobre la fenomenología, cuando afirma: “reflexionar es buscar lo originario”. En este caso, el filósofo francés quiere afirmar que no se trata simplemente de analizar el modo de ser de un organismo en el mundo, sino de investigar, más radicalmente, cómo la conciencia constituye un mundo.
El mundo no es un objeto externo a medir sino el resultado de una profunda interacción entre el hombre y su entorno. El mundo no se coloca artificialmente frente al sujeto, sino que nace con el sujeto.

Así, si consideramos que en el outsider art lo importante no es el objeto sino la acción para conseguirlo, deberíamos centrarnos no sólo en la imagen de la obra sino en todo el movimiento del cuerpo que la produce. El gesto es parte de la obra y la obra representa un momento de apertura al mundo

"perderse es ciertamente placentero e insoportable"
FT Marinetti (Venezianella y Studentaccio 2013)

¿Por qué lo originario puede ser original?

Cuando indico que la pintura de Azema proviene de la patología del ser, ya es una referencia al origen del ser (la patología no puede ser de alguien que no existe) La condición con la que el hombre oye el mundo ya es una forma original de oír, porque es en la percepción de los sentidos que emerge la individualidad
Por otro lado, es en el camino hacia el otro que se crea la comunidad.
En lo que respecta a los artistas outsiders, la búsqueda de un vínculo con el otro no existe, en mayor o menor grado. Para los outsiders, artistas de lo fantástico y lo imaginario, es hablando consigo mismo que se desarrolla el acto creativo. La única posibilidad de comunicación es entrar en este mundo donde debemos entender que el origen se entiende de una forma absolutamente original.

marcelo francolini