Frédéric Haire

Nací en 1962, en París. Esa es una de las únicas certezas del comienzo de mi historia. Por lo demás, tengo dudas ... Estos elementos de la historia arrojan luz sobre mi carrera artística: Mi padre era ingeniero, mi padre era pintor. Mucho antes de saber eso, estudié ingeniería, y siempre he creado y pintado en serio durante casi 20 años ... Dos padres, dos facetas, dos líneas de vida conducidas en paralelo. Hoy, a los 55 años, después de un período de intensa producción y presencia artística entre 2000 y 2012, seguido de una pausa de algunos años, vuelvo a crear y en una postura estable, un reflejo de este doble origen cultural y biológico. Dibuja mientras escribimos, cuenta mi historia. Al inventar alejandrinos libres y espontáneos, dibujar mientras se escribe se vuelve automático y el ritmo de las palabras sigue el ritmo del dibujo. Incluso si la mayoría de las veces, los textos son ilegibles, algunas palabras se revelan y me permiten entrar en mi mundo. Lo esencial está ahí, para contar mi historia. Para hacerse eco del de los demás. Decir que somos lo que hemos experimentado, lo que otros nos han hecho experimentar. Cantando estos trozos de vida, un poco enigmáticos, pero tan claros para todos aquellos que sepan verlos. Trae armonía y revuelve las aguas. El ensamblaje de todos estos “fragmentos de vida” que conduce a algo armonioso es un principio que me gusta mucho y que refleja mis convicciones personales. La diferencia crea valor, la complementariedad crea riqueza. La composición del mosaico aporta un nuevo punto de vista, propone otro equilibrio, difumina las pistas. Combina fuerza y dulzura, yin y Yang. La fuerza de la escritura, el movimiento, los mosaicos, la suavidad del encaje de las palabras, la energía expulsada de Yang, contenida en Yin. Los símbolos utilizados, ocultos o no, se plantean para construir un lenguaje universal, más allá de fronteras, culturas, historias individuales. La transparencia aporta un nivel adicional de lectura.