Valentin Renoux

Me acompañan constantemente pensamientos, que van y vienen, algunos están ahí, sin estar realmente ahí, mientras que otros permanecen, se suman, se inspiran unos a otros. Impulsado por el deseo, la necesidad de buscarlos, de comprenderlos, me tomo el tiempo de observar, las personas, la naturaleza, descifrar los sentimientos y emociones que emanan de ellos. Pero imposible, en cuestión, ese sentimiento invasor de ser ajeno a este mundo, donde todo va demasiado rápido, donde el tiempo de reflexión parece excluido. Tiro la toalla. Sigo adelante sin convicción ni pensamiento claro. Pasa el tiempo, dos días, dos semanas, tres meses; nada ayuda, el tiempo parece suspendido. Sin embargo, el pequeño brote ha comenzado a eclosionar y crecer, está creciendo y esperando su momento. Finalmente está ahí, explota, todo se vuelve claro, obvio. Una emoción, un sentimiento, finalmente listo para ser compartido a plena luz del día, la forma aparece y toma forma casi instantáneamente. Se acabó el tiempo de la exploración, lugar de la construcción, del compartir, del apaciguamiento.