Sophie Chir

Nacida en 1964, Sophie Chir vive y trabaja en París. El gesto pictórico de Sophie Chir deriva tanto de la abstracción lírica, de la que conserva el deseo de expresión pura y forma intuitiva, como de un arte informal que deja toda su libertad a las colisiones imprevistas entre colores y materiales. Estas composiciones eléctricas producen, por la alternancia de empastes y zonas de transparencia, una experiencia sensorial, tanto rítmica como sensual, que literalmente nos sumerge en la pintura. Esta propensión a la inmersión, Sophie, se deriva de su capacidad para asociar, involuntaria y automáticamente, un sonido con un color; pues Sophie es un sinesteta, como lo fueron Wassily Kandinsky o Arthur Rimbaud, por nombrar solo algunos. Este raro fenómeno neurológico conecta dos sentidos. Aquí la música, necesaria para el proceso creativo del artista, se transforma en color. Esta traducción del sonido en teclas de colores es el resultado de un mecanismo psíquico que establece el vínculo entre un cuerpo perceptor y una realidad que, de hecho, se interpreta de forma singular y multimodal. Sophie Chir nos regala una coreografía visual rica en color, pero también teñida de una mayor sensibilidad para la organización del espacio del lienzo. La serie Colliding, por ejemplo, está formada por pequeños montones de colores que chocan con la música y desarrollan una estética "informal" que se vuelve abstracción. Pero a diferencia del goteo de Pollock, su gesto no consiste en “dejar gotear la pintura”, es mucho más azotado, golpeado, arrojado con un cuchillo, para organizar encuentros coloridos. Como una pelota lanzada, la pintura revolotea, rebota, yuxtapone o se superpone, creando infinidad de detalles, pero también relieves y contrastes creando planos y profundidades. Aunque sobrepasa los límites del marco, su pintura tampoco pretende cubrir toda la superficie del cuadro. Sophie se preocupa, por el contrario, de ordenar los espacios vacíos, de extraerse del motivo, o del aspecto plano y repetitivo del all-over. Porque hay en este artista la voluntad de experimentar otra dimensión. Una especie de ingravidez que se despliega con toda su potencia en la serie de gravedad cero. Realizada en láminas de plexiglás y suspendida a varios centímetros de la pared, sus composiciones parecen perder toda gravedad, confundiéndonos con opacidades en transparencias, desconcierto en la absorción. Las líneas de fuerza se encarnan entonces en una relación de materialidad e inmaterialidad, lo visible y lo invisible, lo pleno y lo vacío. Posteriormente, cubriendo sus cuadros con una resina lisa y translúcida, resultado de la técnica de laca china, Sophie reactiva una cierta estética de fluidos que recuerda al manierismo japonés. Influenciada por el mundo del manga, por sus colores llamativos, y más en general, por la tradición oriental, por el equilibrio de sus composiciones, sus pinturas desprenden una verdadera energía abstracta y potencial. Como en la cultura japonesa, la fijeza es siempre movimiento, poder de vida o vitalidad. El vacío vive en plenitud y viceversa, mientras que los efectos de superficie, casi milagrosos en estos cuadros, remiten a un sinfín de variaciones que captan la mirada, plano tras plano, y despiertan una sensación de suave plenitud.