Mirtha Otaño

La obra de Mirtha Otaño tiene una reminiscencia entre la metafísica y lo onírico. Los paisajes desnudos y fascinantes de este nos devuelven a un mundo fantástico habitado por personajes de piernas largas. No necesita estridencia ni disrupción, lo suyo es un devenir armónico construido con obras que mueven y movilizan. Siempre apunta a lo humano, incluso cuando pinta un paisaje. Sus temas expresan ira, amor y desapego, a los que mágicamente agrega alegría, orgullo, miedo y explotación, manifestaciones, todas ellas insertas siempre en su propio devenir universal. Trabajó en diferentes técnicas de artes visuales y creó instalaciones. A su universo pictórico suma su rol de ingeniera y pianista.

"Mi mayor crecimiento - nos cuenta - viene de la mano de Mireya Baglietto quien me guió con una alta exigencia".

Baglietto dijo una vez de su trabajo: “Mirtha Otaño hace un tiempo (…) puso los motores a pleno rendimiento y empezó a navegar la tabla con dedicación y casi con vehemencia”.

Mirtha es ingeniera y desde allí preserva el orden sistémico que contribuye al desarrollo de su proceso, tanto creativo como lúdico, una interesante integración de valores que resulta en el surgimiento de personajes extraños, seres que ella estira, estira y estira. al mismo tiempo. medida de una perspectiva insólita, ideología que acoge un tema recurrente equilibrado entre los espacios de su Patagonia natal y los hechos que todos conocemos hoy. Sus obras son inquietas y eso es bueno en sí mismo, porque si algo tiene que transmitir un artista es preocupación, movilidad y riesgo. El arte es proceso, un proceso que nace de su tiempo y este tiempo, nuestro tiempo, requiere nuestras inquietudes, nuestra movilidad y nuestros riesgos.