Abraham Dayan

Rechazando aquí las ideologías del academicismo clásico, Abraham Dayan desarrolla su propia escritura lingüística basada en nuevas arquitecturas geométricas. Sus obras, por tanto, van más allá de la visión cubista de Picasso o Braque. Estos últimos retoman el rumbo de la humanidad. Mundos que se enfrentan, mundos con sus hombres y mujeres, mundos donde se redefine el eje cartesiano. Sus contornos están trazados por bisectrices ideales que dan a la historia una estructura bien definida. En las pinturas del artista, cada personaje representado cuenta su historia. Estamos ante lo que Goffman en su libro La Mise en Scène de la Vie Quotidienne definió como “escenario” y “backstage”.

En la base de estos trabajos descubrimos la idea taoísta según la cual la realidad debe moverse por los caminos que la conducen hacia un justo equilibrio entre la racionalidad "pensante" del Hombre y sus impulsos emocionales.

Estas emociones llevan a Dayan a colocar a sus personajes en una nueva dimensión que solo está influenciada por variaciones espaciales y temporales.

Sin embargo, en su deslumbrante luminosidad, estas obras tienen sombras que remiten a un abismo interpretativo donde la oscuridad intenta oponerse a la luz, en un fuerte retorno conceptual, donde la salvación, siendo perseguida, se ve obligada a una lucha perpetua contra los monstruos de la psique que busca, por todos los medios, resurgir.

El gran mérito de Abraham Dayan es haber podido descomponer la señal y llevarla por caminos justos. Una figuración geométrica donde el significante tiene el mismo vigor conceptual que un significado en el proceso de investigación. Un significado que va más allá de la representación para vislumbrar un nuevo camino. Un camino donde la mente vuelve a desarrollar el signo y luego lo transfiere al lienzo. El resultado es la espléndida argumentación visual de la que Dayan es el gran intérprete.