Johannes Zacherl

Johannes Zacherl pinta.

Pinta con "voracidad", apasionandose a todo lo que le rodea.

Cada cosa, cada signo se convierte en un pretexto; se convierte inmediatamente en líneas, colores, superficies, "grosores".

La vida es corta, las emociones son intensas, debe transmitirlas inmediatamente y sin demora.

Su gesto es preciso, poderoso, pero sigue siendo sutil y decidido. Sus movimientos son amplios y los colores vibran, se mezclan y combinan bajo su pincel.

Los cuadros son inmensos, llenan el espacio disponible, resulta imposible no entrar en los mundos creados y planteados por Johannes Zacherl.

El acto mismo de pintar se convierte en una danza consagrada... El ídolo adorado es indiferentemente un cuerpo de mujer, un par de zapatos, una flor, un pez.

Baila alrededor de su modelo, lo admira en todos sus aspectos, lo siente, se impregna de él, luego, finalmente, salta, esboza, devuelve, revienta, se proyecta, como un luchador... ...Es como si su vida dependiera de una pincelada torpe, de un momento de falta de atención, de un lapso de concentración.

Sus obras forman parte de numerosas colecciones públicas y privadas. Sus acciones como pintor hacen que cada creación sea la expresión de un torrente de emociones y de expresión artística.

Prefiriendo los grandes formatos que le permiten una libertad de gesto y de movimiento más evidente, transmite a través de sus obras la energía, la poesía y la fuerza que le animan.