Edward Vandaele

Tras su formación académica, en la que adquirió un alto conocimiento anatómico y una profunda mirada al arte, Vandaele se lanzó a la búsqueda de un estilo propio, muy influido por el expresionismo del siglo XIX. Además, las diferentes formas de aparición de la danza expresiva contemporánea es también una fuente de inspiración considerable. Por eso Vandaele prefiere personificar la estatura humana en sus bronces. Opta por fijar expresiones en sus creaciones: desesperación, asombro, triunfo, agresión, orgullo, desánimo, angustia, resignación, tranquilidad. Todas estas expresiones hacen hablar a sus figuras, les dan alma de vida. El escultor siempre trabaja solo. Se niega a utilizar un "modelo viviente". Anida solitario en su estudio y se arrastra en la piel de su escultura para que sólo sus manos y su alma constituyan la herramienta de su nueva creación. Pero junto al creador de sus figuras, Vandaele es también el artesano que sigue de cerca el proceso de fusión y da los toques finales para completar sus esculturas en la fundición de latón. Él conoce su oficio. Vandaele abandona la nueva vanguardia o se distancia de la vanguardia mutuamente competitiva. No se convierte al arte académico del pasado, sino que intenta dar tamaño a la vida contemporánea o al sentimiento de existencia. A través del trabajo instintivo de la naturaleza, busca encadenar tanto al lego como al supuesto conocedor del arte. Intenta tocar al espectador en su alma y espera así estigmatizar su obra como un legado para nuestro mundo. Como el arte no puede ser moderno, el arte es eterno.