Jacques Potron

Jacques Potron nació en un pequeño pueblo de Touraine. Desde su infancia mantendrá su proximidad a la naturaleza: impresiones y emociones. Es esta proximidad la que está en el origen de su obra. Se inspira en la riqueza de formas y colores de la naturaleza que reinventa a través de sus recuerdos. Homenaje que le rinde en algunas de sus abstracciones figurativas. En la década de 1970, Jacques Potron pasó cinco años en la Gran Cabilia como parte de la cooperación. Es la belleza de este país, la intensidad de su luz, la riqueza colorida de sus artes tradicionales lo que revive en él esta pasión por la pintura que ya se había manifestado en su niñez. De regreso a Francia, continuó su práctica de la pintura con regularidad y reanudó sus estudios de Artes Plásticas en la Universidad de París 8 y en las Bellas Artes de Tours. Durante estos estudios, intentó conciliar su pasión por la pintura con su gusto por la música y la poesía realizando numerosos montajes audiovisuales a partir de sus obras. Pasión que sabrá compartir con sus alumnos durante sus años de docencia. El profesor Jacques Potron continuará con su enfoque personal, uniendo series de diferentes inspiraciones. Por supuesto, estaban las alegrías del arte, de la profesión docente, pero también los accidentes de la vida. Además, en la obra de Jacques Potron hay rastros de una vida herida. La hasta ahora estimulante práctica de pintar de repente se convierte en autoanálisis, una actividad salvadora, una imperiosa necesidad de pintar. La serie denominada "cromática y gestual" atestigua la importancia que se le da al gesto, al acto de pintar, a la presencia de una lucha. Manchas negras, marcas impulsivas hechas con un cuchillo de recubrimiento: sufrimiento, ira, ganas de detener el paso del tiempo. En el lienzo hay raspaduras, arrugas, desgarros como cicatrices indelebles de viejas heridas que muestran el inexorable vuelo del tiempo.